En Sevilla se encuentra la iglesia de San Juan Bautista, más conocido como “La Palma” y en cuyo interior se venera a la imagen de la Virgen de la Amargura.
Según cuenta una leyenda, en el siglo XVI un hombre se acercó al
cementerio de la iglesia y, apoyando en una palmera gritó las siguientes
palabras a modo de burla: “Palma, la Madre de Dios no quedó Virgen después del
parto”. Tras escuchar aquellas palabras, un anciano denunció a aquel hombre
ante el tribunal de la Santa Inquisición por hereje, siendo apresado tras la
denuncia. El hombre negó lo ocurrido por lo que los inquisidores le llevaron a
la casa del anciano para que tuviesen un careo. Al llegar al domicilio abrió un
joven la puerta y, tras preguntar por el anciano, el muchacho dijo que se
trataba de su abuelo y que llevaba varios años enterrado al pie de la palma del
cementerio de la citada iglesia. Aquella palmera era en la que el hereje se
había apoyado para pronunciar aquellas ofensivas palabras. Los miembros del
tribunal de la Inquisición consultaron los documentos sobre las defunciones y
entierros que se habían realizado en aquella iglesia y confirmaron que aquel
anciano que había denunciado al hereje realmente había fallecido y se
encontraba allí enterrado.
Tras el suceso, asustado y sorprendido por la aparición de aquel fantasma, el hombre se arrepintió y pidió perdón por su blasfemia. No obstante, el tribunal de la Inquisición no fue tan benévolo y aquel hombre fue condenado y ejecutado por blasfemia y herejía.
Este suceso aparece reflejado en una placa de cerámica que se puede
encontrar en la fachada de la iglesia.