jueves, 31 de octubre de 2019

RELATO V


Mientras corría por el sótano podía escuchar a mi amigo contar. Rápidamente, encontré un escondite junto a una estantería metálica que contenía algunos cubos de pintura. Rápidamente, mis amigos fueron escondiéndose hasta que la luz del sótano se apagó. Mi amigo había dejado de contar. La puerta del sótano se abrió con un chirrido y, sumido en la oscuridad, pude escuchar a mi amigo bajar la escalera, cuyos peldaños crujían bajo su peso. Poco a poco, fue bajando hasta llegar al suelo. No podía ver nada, pues estaba todo totalmente a oscuras. Podía escuchar los latidos de mi corazón en medio de aquella oscuridad y, a lo lejos, los pies de mi amigo arrastrándose con torpeza con miedo de tropezar o chocarse con algún objeto. En ese momento, sentí un cosquilleo recorriéndome la mejilla y me sacudí la cara frenéticamente quitándome de encima lo que me pareció una araña. Sólo de pensar en aquellas ocho patas moviéndose me recorrió un escalofrío todo el cuerpo.
Escuché un sonido cerca de mí, algo que se arrastraba, y una respiración. Alguien se chocó conmigo.
-Perdona-dijo con un susurro una voz femenina.
Me pegué aún más junto a la estantería para que esa persona se escondiese. Pensé que si se había cambiado tan rápido de escondite es porque habían estado a punto de pillarla.
En ese momento, algo golpeó con fuerza la estantería, provocando que el sonido metálico se extendiese por todo el sótano. Atraído por el sonido, mi amigo se acercó hacia donde estábamos. En medio de la oscuridad, y sin atreverme a salir de mi escondite, me pregunté quién había golpeado la estantería. Entonces, un nuevo golpe sacudió la estantería y luego, otro más fuerte, hizo que los botes de pintura cayesen al suelo. Entonces, una mano huesuda tocó mi cabeza y grité antes de salir corriendo sin saber a dónde ir. En mi carrera por el sótano, me choqué con alguien y caí al suelo. Entonces una mano me agarró de la pierna con fuerza.
-¡No! ¡Suéltame!
-Esa voz… ¡Antonio! ¡Te he pillado!
Me quedé inmóvil durante varios segundos hasta que la luz se encendió. Parpadeé varias veces para que mis ojos se acostumbrasen a la brillante bombilla y miré a mi alrededor. Todos me miraban con una mueca en la cara. Miré al sitio donde me había escondido y vi los botes de pintura en el suelo pero no había nadie allí escondido. Me levanté y una chica, la dueña de la casa en la que jugábamos a “Las Tinieblas” preguntó con cierto enfado:-¿Quién ha tirado los botes? Podíais tener más cuidado. ¿Quién se ha escondido ahí?
Me mordí el labio y dije:-Yo me he escondido ahí. Pero cuando la luz estaba apagada alguien más se ha escondido conmigo. Esa persona debe haber tirado los botes.
Miré a mis amigos, pero nadie parecía querer confesar quién había sido. Es más, sus caras reflejaban que en ningún momento habían usado la estantería como escondite.
Sin terminar de comprender lo ocurrido, subí por las escaleras, salí del sótano y empecé a contar hasta veinte. Al terminar de contar, pulsé el interruptor para apagar la luz del sótano, abrí la puerta, entré, la cerré a mis espaldas y, agarrándome a la barandilla, comencé a bajar tratando de recordar el número de escalones que había. Estaba llegando al final cuando sentí cómo alguien me arañaba la mano por lo que, dando un grito, la quité del pasamanos.
Llegué abajo y me detuve unos segundos tratando de escuchar algún movimiento pero, al no oír nada, comencé a caminar con los brazos estirados hacia adelante. En ese momento, escuché una voz en un rincón del sótano, por lo que me acerqué hasta allí. Cuando estaba llegando, pude sentir una respiración, estiré la mano y agarré un brazo. Empecé a tantear tratando de averiguar de quién se trataba. Fui recorriendo el brazo, el hombro, la cara y, finalmente, el largo cabello. No era capaz de saber de quién se trataba. Entonces, aquella persona, soltó una risa heladora que se escuchó por todo el sótano. A continuación, sentí un aliento fétido junto a mí y unas manos que agarraban mis muñecas con fuerza clavándome las uñas y produciendo que brotase un hilo de sangre de ellas. Comencé a gritar y a pedir que me soltara.
-¡No!-dijo aquel ser con voz gutural.
Grité y pedí ayuda a mis amigos, pero no obtuve respuesta. Todos los objetos del sótano comenzaron a vibrar, la luz se comenzó a encender y a apagar sola de forma intermitente permitiéndome ver objetos volando por toda la habitación, manchas de sangre por las paredes y el suelo, pero ni rastro de mis amigos. Miré a la mujer que me había agarrado: sus ojos blanquecinos, sus dientes podridos, el pelo que se le caía. Aquella imagen era espantosa. Grité con todas mis fuerzas hasta que me faltó el aire. La decrépita mujer acercó su descompuesto rostro al mío mientras una espesa baba caía de su boca. Sentí una arcada. La mujer me abrió la boca y expulsó todo su apestoso aliento en ella. Me desmayé.
Cuando desperté, estaba tumbado en un sofá. Miré a mi alrededor y vi a mis amigos mirándome con preocupación. Al preguntar qué había ocurrido, me explicaron que, cuando entré en el sótano, comencé a hablar sólo mirando a una esquina y a gritar, por lo que encendieron la luz. Según me explicaron, me había quedado inmóvil, como si estuviese en una especie de trance del que no eran capaces de sacarme hasta que caía al suelo inconsciente.
Me incorporé, aunque me dolía la cabeza como si me fuese a estallar. Quería irme a mi casa, pero a mis amigos no les parecía buena idea, por si volvía a desmayarme. No les escuché y salí de la casa.
Mientras caminaba por la calle me sentía realmente extraño. Entonces sentí un extraño escozor en el dorso de la mano derecha, por lo que miré y vi un profundo arañazo. Extrañado, miré la palma de mi mano y vi restos del cabello de alguien, como si hubiese tirado a alguien del pelo. Entonces me miré las muñecas y vio sendas marchas de uñas. Vomité sobre la acera y, al hacerlo, vi que el vómito era negro. Me encontraba realmente mal. Sentía los ojos cansados. Sólo quería llegar a casa y comer la carne más deliciosa de todas: la humana.


domingo, 27 de octubre de 2019

EL BOSQUE DE ORRIUS


En Barcelona se encuentra el bosque de Orrius, un extenso bosque que siempre se ha creído que está embrujado por los aquelarres y rituales que allí han tenido lugar. Además, hay quien dice que el bosque es el hogar de trasgos y duendes.
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El bosque, que presenta un maravilloso entorno para practicar senderismo, es especialmente llamativo por las extrañas rocas que hay en su interior, tomando la forma de diferentes animales o rostros humanos, cuya antigüedad u origen son inciertos, otorgando al bosque un ambiente cargado de magia y misterio.
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Entre una de las rocas más características se encuentra la “Roca de las Cruces”. Según se cuenta, en el bosque habitó Perot Rocaguinarda, un peligroso bandolero del siglo XV que, cada vez que asaltaba y asesinaba a un caminante, añadía una cruz a la roca. Debido a la importancia que tuvo este bandolero, Miguel de Cervantes le introdujo en un episodio de la segunda parte del Quijote, bajo el nombre de “Roque Guinart”.
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Otra roca llamativa es la “Roca Taladrada”, pues se trata de una roca con un agujero que permite a un grupo de personas meterse en ella.
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En su interior se han encontrado restos de hollín que indicarían que se han realizado fogatas en su interior. Además, diferentes investigadores de lo paranormal han realizado psicofonías, captando voces que respondían a sus preguntas. Por ello, se cree que en el interior de la roca se encuentra una puerta al “otro lado”.

Además, son muchos los que al adentrarse en el bosque se han sentido observado por seres a los que no podían ver e incluso desorientados, teniendo la sensación de que el tiempo pasa más despacio cuando uno está dentro del bosque.

La escritora Laura Falcó habla en su libro “Ecos del Pasado” sobre el misterio y la magia que esconden el bosque de Orrius entre sus frondosos árboles.
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La autora explica que el bosque ofrece paz y ayuda para meditar a los paseantes por el día, pero que durante la noche, la tranquilidad es absorbida por los habitantes del “otro lado”, convirtiendo el bosque en un lugar tétrico.

El bosque de Orrius es un lugar mágico que nos invita a pasear por él contemplando sus rocas esculpidas, siempre que no caigamos en manos de alguno de los seres del “otro lado” que merodean por él.
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martes, 15 de octubre de 2019

CEMENTERIO DE SAN MIGUEL

En Málaga se encuentra el Cementerio de San Miguel, considerado uno de los principales cementerios histórico-monumentales de España. Se construyó a principios del siglo XIX y, enseguida, una gran cantidad de aristócratas de la época comenzaron a construir panteones monumentales de acuerdo con el estilo arquitectónico que se desarrolló durante el romanticismo.
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Tal es la importancia y majestuosidad de dicho camposanto, que el 11 de febrero de 2015 formó a pasar parte del Patrimonio Histórico Andaluz. Además, en 1952 se rodaron algunas escenas del largometraje de Edgar Neville “Duende y misterio del flamenco”. De igual forma, en la novela “Viaje al centro de la Tierra” de Julio Verne, dicho cementerio es nombrado.
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Pero este cementerio, más allá de su importancia histórica y arquitectónica, ha cobrado fama por extraños sucesos paranormales que se desarrollan entre sus muros. Diferentes testigos hablan de apariciones fantasmales, voces en medio de la noche, interferencias en los teléfonos al pasar cerca del cementerio, linternas que fallan, luces y golpes de procedencia desconocida, y siniestras siluetas que vagan entre las tumbas y mausoleos.
Entre uno de los sucesos inexplicables más destacados se encuentra uno que ocurrió el 4 de mayo de 2005. Ese día, un grupo de seguidores de la escritora estadounidense Jane Bowles, fallecida en Málaga el 4 de mayo de 1973, se reunió enfrente de la tumba de la mujer para encender velas y colocar flores.
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Entonces, las personas que había allí reunidas se percataron de que, entre ellos, se encontraba una mujer vestida de luto que no formaba parte del grupo, mirando fijamente a la tumba. Al fijarse en sus rasgos, la mujer se parecía al retrato que había de la escritora grabado en su lápida. Cuando intentaron comunicarse con ella, para tratar de averiguar de quién se trataba, la mujer se alejó de allí, desapareciendo entre unos mausoleos. Según contaron algunos testigos, no era la primera vez que aquella mujer, al parecer el espíritu de la escritora, aparece allí cuando se conmemora el aniversario de su muerte.

No obstante, quizás, los testigos más importantes son los guardias de seguridad del cementerio.

Uno de ellos relata que llegó a la garita del cementerio esperando a que sus compañeros terminasen el turno para poder comenzar el suyo. Al hacerlo, llamó a su esposa por teléfono, como siempre hacía, para decirle que había llegado sin problema al trabajo. Entonces, mientras el guardia hablaba con su esposa, pudo escuchar a través del teléfono una voz masculina que decía palabras sin sentido. A continuación, la llamada se cortó, dando lugar la característico sonido producido por las interferencias, y escuchó aquella voz masculina diciendo “¡Dentro te espero!”. Finalmente, volvió a escuchar ese sonido de interferencia y, después, la voz de su mujer diciendo que se había cortado la llamada durante unos segundos. Aquello, le provocó una gran carga psicológica, por lo que terminó solicitando el cambio de turno, pues no se atrevía a vigilar el cementerio de noche tras el extraño suceso.

Otro de los vigilantes asegura que, tanto él como su compañero de servicio, han escuchado durante muchas noches pasos en medio de la oscuridad, así como murmullos, no siendo capaces de encontrar a nadie en el cementerio.

Además, algunos testigos explican que en varias ocasiones han podido escuchar cómo una losa caía al suelo rompiéndose, sin ser capaces de encontrar ninguna losa rota en el cementerio.

Otro guardia explica que una anciana le contó en una ocasión cómo, mientras rezaba en la capilla del cementerio, empezó a escuchar pasos cerca de ella, a pesar de encontrarse sola, hasta que uno de los bancos más próximos al altar se movió sol, como si alguien a quien ella no podía ver, lo hubiese movido.

Otro de los casos más conocidos en el cementerio fue vivido por José Fernández, el encargado de la capilla. En noviembre de 1985, el hombre pasó algunas noches en la capilla, pues su casa se encontraba en reformas. Una madrugada, decidió salir al exterior para rezar. Cuando se encontraba sumido en una de sus oraciones, pudo escuchar la voz de un niño gritar “¡Mamá, mamá!”. Sorprendido, el hombre siguió el sonido de la voz hasta llegar a un niño en el que se encontraba enterrado un niño que falleció a causa de la leucemia. Cuando el hombre contó a sus conocidos lo ocurrido, poco a poco el rumor se extendió entre los vecinos, quienes empezaron a dejar caramelos en el nicho, como un presente para el niño que había allí enterrado. Sorprendentemente, se llegaron a encontrar envoltorios de caramelo completamente vacíos, o con el caramelo con la marca de unos pequeños dientes. Además, algunos testigos aseguran haber visto la silueta de un niño correr entre las tumbas del cementerio.

Por todos estos motivos, el cementerio de San Miguel se ha convertido en un lugar que recibe una gran cantidad de visitas de quienes aman la historia y la cultura, y de quienes sienten especial interés por lo inexplicable.
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miércoles, 2 de octubre de 2019

LAS CARAS DE BÉLMEZ


En el número 5 de la calle Real de Bélmez de la Moraleda (Jaén) tuvo lugar un fenómeno que atrajo la atención de la prensa y de la sociedad española en los años 70.

En noviembre de 1971 un diario de la localidad hacía pública una noticia en la que se explicaba que en la cocina de una casa habían aparecido extrañas manchas que parecían rostros humanos. Tras la aparición de dicha noticia, más y más medios quisieron hacerse eco de dicho suceso, entrevistando a la dueña de la casa, María Gómez Cámara.
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La mujer explicó que el fenómeno dio comienzo el 23 de agosto de ese año cuando vio que en el suelo de cemento de su cocina había aparecido una mancha que parecía una cara, por lo que se lo comentó a sus vecinas, que acudieron al lugar llenas de curiosidad, siendo testigos de la curiosa mancha que había aparecido. No obstante, el hijo de María, mandó raspar aquella extraña machar y tapar el hueco con yeso. No obstante, días más tarde apareció una nueva cara que parecía un varón con bigote y los ojos y la boca abiertos. Poco a poco, nuevos rostros fueron aparecieron y desapareciendo por el suelo de la cocina, extendiéndose al pasillo de la vivienda.
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Rápidamente, algunos medios de comunicación publicaron la noticia aceptando que se trataba de un fenómeno paranormal, mientras que otros trataban el suceso como un fraude, provocando así una fuerte controversia entre quienes los creyentes y los escépticos del caso. Por tal motivo, muchos investigadores trataron de averiguar cómo se habían formado las caras, sin llegar a ninguna conclusión clara que pudiese mostrar la veracidad o falsedad del suceso.

Como parte de las diferentes investigaciones se realizaron algunas psicofonías. En una de ellas, realizada por el parapsicólogo Germán de Argumosa, se pudo escuchar una voz que decía “Germán, pica patio. Levanta cemento”. Atraídos por el curioso mensaje que había quedado grabado, el 18 de febrero de 1972, se levantó el suelo de la casa, encontrándose un centenar de huesos de más de cien años de antigüedad. Tras realizar varias investigaciones se descubrió que la casa estaba levantada sobre el antiguo cementerio de la iglesia del pueblo. Además, en el siglo XIII, allí se había alzado una mezquita funeraria árabe.

Los años pasaron y el suceso fue cayendo poco a poco en el olvido hasta que alrededor del año 2000 una médium acudió a la casa y, tras tomar las manos de María, entró en trance. Durante el tiempo que estuvo en trance, la médium asegura que pudo ver derrumbarse unas paredes sobre mujeres y niños, mientras que dos niñas conseguían escapar con la ayuda de un sacerdote. Tras hablar con María, la mujer confesó que durante la guerra su familia se refugió en el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, en Andújar. Estando allí refugiados, algunos familiares fallecieron tras ingerir cicuta por accidente, muriendo tras sufrir vómitos de sangre. Por ello, se comenzó a relacionar las diferentes caras de Bélmez con los familiares fallecidos de María. Uno de ellos, el que recibió en nombre de “La Pava”, mostraba a un hombre con bigote que parecía el tío de María. Con el tiempo, en la boca de “La Pava” apareció una mancha negra que fue interpretada como el vómito de sangre tras el envenenamiento.

En febrero de 2004, María falleció. Tras su muerte, el presidente de la Sociedad Española de Investigaciones Parapsicológicas, Pedro Amorós, investigó si habían aparecido nuevas caras, que él consideraba teleplastias. Efectivamente, en la casa aparecieron nuevas caras. Aunque con rasgos más vagos.
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Además, el grupo de investigación paranormal Hepta, firmó un certificado de haber clausurado la  habitación para evitar el acceso a la misma, demostrando que las caras siguieron apareciendo sin haber intervenido ningún agente humano en el proceso.
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Nunca se ha llegado a saber si las caras de Bélmez han sido un hecho real o una farsa. No obstante, la vivienda es actualmente un museo en el que los visitantes pueden ver las famosas caras y sacar sus propias conclusiones.