viernes, 29 de junio de 2018

OCHATE, EL PUEBLO MALDITO

Ochate, que en euskera significa “Puerta Secreta”, es un pueblo abandonado que, aunque se situa en la provincia de Álava, pertenece a la provincia de Burgos.

Un halo de misterio envuelve este lugar, al que no es posible acceder en coche, obligando a quien decide visitar sus ruinas a caminar durante unos veinte minutos, sintiéndose atraído por la torre de San Miguel, uno de los pocos edificios que se ha resistido al paso del tiempo.
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Pero no es necesario llegar al pueblo para encontrar un extraño hallazgo, pues cerca del lugar hay antiguas tumbas, según parece, de niños, excavadas en la roca, hecho que incomoda a quien se cruza con ellas.
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Alrededor del siglo XI el Camino Real atravesaba la zona, por lo que Ochate era un lugar bastante poblado. No obstante, siglos más tarde se creó una ruta diferente, por lo que Ochate quedó aislada fue perdiendo su población.

Pero, según parece, no fue este el único motivo por el que Ochate quedó abandonado. Según el periodista Pruden Muguruza, la población fue víctima de diferentes epidemias que asolaron por completo la localidad. En 1860 se propagó la viruela, causando un gran número de defunciones. No obstante, el pueblo fue repoblado, aunque en 1864 se propagó el tifus dejando el pueblo nuevamente mermado. Por tal motivo, muchos vecinos decidieron marcharse allí, y nadie se atrevía a ocupar la villa. Finalmente, en 1870 se produjo una epidemia de cólera que mató a gran parte de las personas que intentaban reconstruir el pueblo, huyendo los pocos supervivientes a otros lugares, quedando de esa forma Ochate abandonado. Pero, lo más intrigante, es que esas tres epidemias no se produjeron en los pueblos cercanos, por lo que rápidamente surgieron rumores en los que se hablaba de Ochate como un pueblo maldito.

Como consecuencia de tal abandono sólo se han mantenido la torre de San Miguel y la algunos restos de la ermita de Burgondo. 
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Por este motivo, Ochate ofrece un panorama intrigante y misterioso que ha conseguido que multitud de personas se acerquen allí en busca de algún fenómeno paranormal. De esta forma, se consiguieron diferentes psicofonías en la torre de San Miguel, en algunas de las cuales no se pueden distinguir las voces del más allá, aunque en otras se puede oír a una niña gritando “Fuera”, o a una mujer preguntando “¿Qué hace la puerta abierta?” Además, diferentes testimonios declaran que sienten una extraña presión en el pecho, la sensación de ser vigilados constantemente y la necesidad de huir del lugar.

Pero, quizás, uno de los sucesos que más intriga ha causado se produjo cuando el investigador de lo paranormal Alberto Fernández se desplazó con unos compañeros para realizar unas investigaciones en Ochate. Según comentan sus compañeros, Alberto estaba realmente obsesionado con Ochate, y una noche fueron capaces de captar psicofonías, aparte de ver sombras y siluetas fantasmales recorriendo el pueblo. En un momento dado, Alberto se acercó al coche, encontrándolo varias horas en el interior del vehículo muerto, pues se había suicidado. Los compañeros Alberto cuentan que regresaron más adelante al pueblo y pudieron ver una silueta que se parecía al difunto investigador paseando por el pueblo.

Ochate sigue siendo uno de los lugares más misteriosos del territorio español, un pueblo que atrae a decenas de personas, un lugar cuya torre parece vigilar todo a su alrededor, observando a quien se atreva a conocer de cerca su maldición.

martes, 26 de junio de 2018

DEAR DAVID V



Adam pasó la Navidad en Montana con su familia. Desde el momento en el que llegó, comenzó a sentirse mejor, por lo que pensó que Dear David estaba atado a la casa y no a él. Eso le hacía sentirse a salvo y relajado. Aprovechó esos días para buscar un piso al que poder mudarse en Nueva York.

Pero, al cabo de algunos días, Adam comenzó a sentirse raro de nuevo. Una noche se levantó para ir al baño y pudo sentir movimiento al otro lado de ventana, pero pensó que podía ser algún animal. Y lo mismo sucedió la noche siguiente.

Una mañana, se levantó y fue al baño para ducharse. Una vez allí, a través de la ventana, vio huellas en la nieve por detrás del garaje.
Salió a la calle y se quedó paralizado al ver que no se trataba de huellas de animales sino de un niño. 
Pero de repente esas huellas desaparecían en mitad de la nieve. Adam se sintió muy asustado y no quiso salir de su habitación el resto de días pensando que, si eran las huellas de Dear David, eso significaba que podía seguirle a cualquier lugar. Aquello le hizo perder toda esperanza de librarse de él.

Tras las vacaciones de Navidad, Adam volvió a Nueva York. Se sintió incomodo cuando llegó al apartamento. Y, esa noche, le costó dormir pues sentía que Dear David le observaba desde diferentes puntos de la habitación. Durante las siguientes noches decidió usar la aplicación del móvil como hizo anteriormente para intentar sacarle una foto , pero no tuvo éxito. No obstante, una noche fue peor que las anteriores. Se sentía enfermo y tuvo pesadillas toda la noche. Soñó que Dear David le observaba levitando sobre él, murmurando algo cada vez más rápido. De repente, el niño se abalanzó sobre él y, cuando el niño golpeó su pecho, Adam se despertó con un sobresalto sintiendo que le faltaba la respiración. Miró a su alrededor, pero no había nadie ni nada. Cogió el móvil y estuvo pasando las diferentes imágenes sin ver nada hasta que llegó a una que le impactó.

Adam dejó el móvil sintiéndose totalmente impotente, pues no sabía qué más podía hacer.

Durante varias semanas Adam dejó de tener pesadillas y dejó de sentirse incómodo en el apartamento. Pero aún así le ocurrían cosas extrañas.Comenzó a sentirse desorientado. Podía estar sentado con la mirada perdida en el sofá durante una hora sin percatarse del paso del tiempo; comenzaba a olvidar cosas que hacía a lo largo del día; le costaba prestar atención a lo que los demás le decían, o a veces creía que le estaban hablando cuando no era así. Además, comenzaba a sentirse cansado, como si a lo largo del día gastase más energía de la normal. A pesar de eso, se obligaba a seguir con su día y a día.

Adam quedó con una amiga para tomar algo y se estuvieron haciendo fotos. Todo transcurrió con normalidad. Pero en una de las fotos había algo que no era normal:

El joven no sabía cómo reaccionar ante aquello. Lo único que podía pensar era en las ganas que tenía de recuperar la normalidad.

Durante los días siguientes Adam dejó de publicar en su cuenta de twitter hasta el 28 de enero que lo único que subió fue un extraño vídeo de su gato maullando a la puerta de nuevo. Días más tarde, el ilustrador publicó que todo esta bien.

Durante casi un mes, Adam no publicó nada, hasta el 14 de febrero donde volvió a subir un vídeo de su gato maullando delante de la puerta y una publicación en la que indicaba que todo había vuelto a la normalidad.

Su última publicación relacionada sobre Dear David tuvo lugar el 12 de marzo en la que pedía a la gente que no se preocupase por él, pues se había mudado de piso, se encontraba bien y nada extraño había vuelto a suceder.

Desde entonces, no ha vuelto a publicar nada relacionado con el aterrador niño. ¿Es este el final de la historia o acaso Dear David está esperando a aparecer cuando Adam menos lo espere?

viernes, 22 de junio de 2018

DEAR DAVID IV



Pasaron varios días y Adam regresó a su apartamento tras haber celebrado “Acción de Gracias” con su familia. Había llegado tarde por lo que, cansado por el largo viaje, se fue a la cama. Se acababa de quedar dormido cuando un fuerte ruido le hizo dar un salto en la cama. Parecía como si alguien hubiese dejado caer una bola de jugar a los bolos. Entonces Adam comenzó a sentirse raro, como si la habitación se hubiese llenado de energía negativa. Al cabo de un minuto escuchó un nuevo golpe. Adam permaneció sentado en su cama sin saber qué hacer con el pulso acelerado escuchando ese golpe una y otra vez, llegando a contar hasta quince. A continuación, hubo un largo e incómodo silencio. Pero, entonces, Adam escuchó un sonido en el rellano, como unos pasos. Esperó en silencio durante unos minutos y, al no volver a escuchar nada más, se durmió.

A la mañana siguiente, salió de su apartamento y, al bajar las escaleras, notó algo que crujía bajo sus pies. Miró y vio que había suciedad justo debajo de la trampilla.

Adam observó la trampilla y se percató de algo pequeño que asomaba como si se hubiese quedado pillado al cerrarse la trampilla. 

El ilustrador regresó al apartamento, cogió un palo lo suficientemente largo y empujó la trampilla. Para su sorpresa, algo le cayó encima. Al principio se horrorizó pensando que era un animal muerto, aunque por otra parte le animaba que lo fuese, pues eso le daría una explicación a todos aquellos extraños sonidos. Pero cuando se fijó, vio que se trataba de un zapato de niño, viejo y totalmente desgastado, con la suela rota.

Adam miró extrañado aquel objeto preguntándose cómo podía haber llegado allí. En ese momento cogió el teléfono y llamó a su casero, le contó que había algo en el hueco entre el techo y el tejado y le pidió que echase un vistazo. El hombre aceptó y, al cabo de unas horas, se presentó en el apartamento con una escalera alta, lo que le permitía asomarse al interior de aquella buhardilla. El hombre subió, alzó la trampilla y, con una linterna, recorrió todos los rincones de aquel oscuro y sucio lugar. Adam temía que algo agarrase a aquel hombre y le arrastrase al interior de la trampilla, pero afortunadamente no ocurrió. Al principio, el casero no vio nada pero, cuando se disponía a bajar, vio algo que le llamó la atención, por lo que estiró el brazo y lo cogió. El hombre bajó de la escalera y le dio a Adam aquel objeto: una pequeña canica de color verde.

Los dos estaban totalmente confusos, pues no sabían cómo esa canica podía haber llegado allí, por lo que el casero le dijo a Adam que le llamase corriendo si volvía a oír algún ruido extraño.

Tras aquel inusual descubrimiento, Adam comenzó a sentirse mal. Durante los siguientes días le costaba conciliar el sueño y, cuando lo hacían, extrañas pesadillas le asaltaban. Como consecuencia, se encontraba cansado el resto del día sintiéndose en ocasiones mareado. Pero lo peor sucedió cuando una noche se despertó sobresaltado con una extraña sensación en el cuerpo, como si alguien le estuviese observando, por lo que encendió la luz, pero allí no había nadie. No obstante, incluso con el cuarto iluminado, podía sentir una extraña sensación que le parecía maldad. Automáticamente, relacionó aquella sensación con la aparición de Dear David. Siempre que el niño aparecía, dejaba un aura de maldad. No obstante, se encontraba tan cansado, que decidió apagar la luz y volver a dormir. Y lo mismo sucedió la noche siguiente. Por esa razón, decidió actuar y se descargó una aplicación del móvil que tomaba fotos cada 60 segundos y lo colocó en una estantería, de forma que la cámara podía captar toda la habitación. Así podría ver qué ocurría allí cada vez que se iba a dormir. Una vez que se percató de que la cámara actuaba como él quería, Adam se fue a dormir dejando la luz encendida. De nuevo, se despertó sobresaltado con esa extraña sensación invadiendo la habitación, por lo que rápidamente cogió el móvil. Había unas 300 fotos y en la mayoría de ellas aparecía él durmiendo pero, de repente vio unas fotos que le impactaron muchísimo.


En la primera foto aparecía Dear David sentado en una butaca mirándolo fijamente. En la siguiente foto, el niño parecía estar mirando fijamente el techo para, posteriormente, derrumbarse sobre la butaca como si estuviese muerto.

Adam continuó pasando fotos, pero Dear David había desaparecido, o eso pensaba, pues el niño volvió a aparecer..



Dear David se encontraba de pie junto a la cama mirando a Adam para, posteriormente, subirse a ella mirando frívolamente al ilustrador. A continuación, el niño miraba a la cámara, como si se acabase de dar cuenta de su presencia en la habitación. Adam siguió pasando fotos y, de nuevo, Dear David había desaparecido. Volvía a estar él solo en la habitación hasta que llegó a la última imagen, que le puso los pelos de punta.
Adam no podía evitar mirar constantemente aquella butaca pensando que David aparecería en cualquier momento. Y, a aquel miedo se sumaba el agotamiento que había estado arrastrando durante aquellos días. Simplemente no sabía qué hacer.

Por suerte, se acercaban las vacaciones de Navidad, y Adam viajaría a Montana para estar con su familia unos días. Podría olvidarse de todo aquel asunto.

martes, 19 de junio de 2018

DEAR DAVID III



Adam regresó de Japón y pasó varios días en el piso sin que nada fuera de lo normal sucediese, por lo que se sintió a salvo. Pero parecía que aquello que le atormentaba esperaba a que el joven bajase la guardia pues, entonces, comenzaron a pasar cosas extrañas en el apartamento. La electricidad fallaba, algunas bombillas se fundían, a pesar de cambiarlas. Pero lo más extraño ocurrió con su televisor. Adam había instalado unas luces LED en la parte trasera del televisor, conectadas al aparato por puerto USB. Ese tipo de luz sólo se enciende cuando la televisión está encendida, pero una noche se encendía y apagaba sólo. Adam contempló aquella luz intermitente hasta que se apagó completamente. Adam encendió la televisión, pero las luces LED no se encendían; simplemente se habían estropeado.

Adam estaba asustado y no conseguía dormirse, por lo que se fue a dar una vuelta a pesar de ser las cuatro de la madrugada y no regresó al apartamento hasta que comenzó a amanecer. Una vez de vuelta se duchó y, al salir del aseo, escuchó un ruido rasguño al otro lado de la puerta principal. Asustado, cogió el móvil y, como hiciese anteriormente, hizo una foto a través de la mirilla.
Lo que vio hizo que se le resbalase el móvil de la mano, pues al otro lado vio lo que parecía ser un ojo como si alguien estuviese mirando por la mirilla hacia el interior del apartamento. Adam no se atrevía a abrir la puerta, pero sabía que tenía que actuar. Afortunadamente, todo volvió a la normalidad: los gatos ya no maullaban delante de la puerta, las pesadillas no habían vuelto a aparecer y nada extraño había vuelto a sucederle. Adam se sentía por fin en paz.

Pero una mañana, camino del trabajo, pasó por delante del almacén abandonado como de costumbre y vio que la persiana estaba abierta. Se asomó y vio que estaba vacío salvo por una cosa que le inquietó.

El almacén había estado dos meses cerrado, pero en ese momento se encontraba abierto y en su interior un coche fúnebre. Intentó quitarle importancia y el día transcurrió con normalidad. Pero una noche, alrededor de las 11, vio a sus gatos mirando por la ventana, y pensó que había un ratón o algo en la cornisa, por lo que miró, pero no vio nada salvo el tejado del edificio de oficinas de al lado. Se dirigió a la cocina para coger un vaso de agua y miró por la ventana, pues desde aquella ventana se veía también ese tejado. Entonces vio una silueta en aquel edifico mirándole. Adam apagó la luz, se escondió, cogió el móvil e hizo una foto.
Aunque no se veía con total nitidez, en la foto podía ver a una persona de baja estatura mirándole fijamente. No obstante, decidió intentar hacer una foto más nítida.
Pero en aquella foto no aparecía nada. Simplemente, la figura había desaparecido. Adam bajó todas las persianas y, tras comprobar que la puerta estaba bien cerrada, se tomó varias cervezas hasta que pudo perder el miedo e irse a dormir.

Tras algunos días sin incidentes, Adam volvió a soñar con David. En esa ocasión, el niño estaba sentado en otra silla, pues la mecedora ya no estaba en la habitación, mirándole fijamente. Adam volvía a estar paralizado, pero pudo moverse lo suficiente como para tomar algunas fotos. En ese momento, David se incorporó y avanzó despacio hacia la cama, como si le costase caminar. Se puso delante de Adam, mirándole fijamente y comenzó a murmurar algo mientras los ojos se le ponían en blanco. Adam no pudo entender lo que decía, pero se sentía totalmente desprotegido. En ese momento se despertó gritando. Miró a su alrededor y no había rastro de David. El ilustrador se levantó, se duchó y se fue al trabajo dando un paseo. El día transcurrió sin problemas hasta que regresó a su apartamento. Entonces miró el móvil y, al abrir la galería de imágenes, vio una serie de fotos en las que aparecía su habitación a oscuras. Pensaba que había soñado que hacía las fotos, pero las había hecho realmente, y lo que vio le puso de los nervios.



Al cabo de un rato consiguió serenarse y se obligó a alejar todo lo relacionado con "Dear David" de su cabeza. Pero, de repente, escuchó un ruido fuerte en el techo de su apartamento. Aquello le resultó muy confuso, pues el edificio donde vivía sólo tenía dos pisos: el apartamento donde vivía antes, y el apartamento en el que residía en la actualidad, así que no podía haber nadie justo encima, aunque decidió no darle importancia pensando que había sido un golpe aislado.

Pero los días pasaron y los golpes sonaban cada vez con más frecuencia. A veces eran arañazos, otras veces golpes, otras veces el sonido de una canica…
Una mañana, cansado de aquella situación, Adam salió al rellano y miró detenidamente una trampilla en el techo.

Sabía que estaba ahí, pero nunca le había prestado atención. Pero se le ocurrió en aquel momento que aquella trampilla pudiese conectar con el tejado. Aún así era imposible llegar con una escalera normal, pues se encontraba a bastante altura. Además, habías bastante espacio entre la trampilla y el tejado.
Aquello le intrigó muchísimo y los sonidos no paraban. Por ello decidió que tenía que averiguar qué había allí dentro. Sabía que, si encontraba la forma de acceder a su interior, descubriría algo relacionado con David, aunque pasaría algunos días fuera del apartamento, pues viajaría a su casa para celebrar con su familia "Acción de Gracias".

sábado, 16 de junio de 2018

DEAR DAVID II


Adam llevaba tiempo pensando en el viaje a Japón, por lo que decidió comprar una cámara para poder vigilar a distancia a sus dos gatos mientras él estaba fuera. Aquella cámara se activaba cada vez que había movimiento en la habitación donde se encontraba y mandaba la grabación al móvil del usuario. Adam la colocó en el salón y no podía esperar el momento para probarla.

Una noche, Adam salió con sus amigos y decidió aprovechar que iba a estar fuera durante unas horas para probar la cámara. La noche transcurrió con normalidad y de vez en cuando le llegaban vídeos en los que veía a sus gatos jugando como acostumbraban a hacer. Y esos vídeos crearon un ambiente muy agradable entre los amigos, que se reían viendo a los gatos del ilustrador.

Pero entonces llegó un video en el que Adam no vio nada, hasta que prestó con más atención y vio que la mecedora verde se mecía sin que hubiese nadie sentado. Aquello hizo que Adam se pusiese nervioso. Más tarde, recibió una segunda grabación en la que se veía una especie de sombra que pasaba por delante de la estantería tirando un adorno que había allí colocado. Tal fue el miedo que sintió que estuvo bastante tiempo sin atreverse a conectar la cámara.

El fin de semana siguiente, Adam lo pasó fuera, por lo que dejó la cámara conectada. Le llegaron varios videos, entre los que había dos que le pusieron los pelos de punta. En uno de ellos, se veía a sus gatos intentando atrapar algo en el aire y, de repente, un vaso encima de la mesa se desplazaba solo. En el segundo video, uno de los gatos estaba en el sofá siguiendo algo con la mirada, y poniéndose a dos patas para arañar el aire, como si hubiese algo que la cámara no captase.
Varias noches más tarde, se dispuso a acostarse cuando escuchó un ruido. Fue al salón y vio que un pequeño cactus se había caído de la estantería rompiéndose.

Al principio pensó que uno de sus gatos lo había tirado. Pero recordó que tenía la cámara activa y comprobó la grabación que le llegó al móvil, para ver que se había caído sólo, lo cual le resultó muy extraño.


Pero aquello no fue lo único malo, pues las pesadillas se habían vuelto cada vez más frecuentes para Adam. Llevaba tiempo soñando con sombras que le vigilaban a través de la ventana, lo cual era imposible pues su apartamento está en un segundo piso. No obstante, hubo una que le hizo despertarse totalmente asustado. En aquel sueño estaba tumbado en la cama y, al girarse, se topó cara a cara con una cabeza decapitada que conservaba la espina dorsal sobre un cojín. La cabeza le miró y comenzó a sonreír con crueldad. En ese momento, Adam se despertó gritando. Cuando despertó tras aquella pesadilla, decidió dar un paseo para despejar su mente, pues no podía dormir. Decidió ir a una tienda para comprar algo para comer. Al hacerlo, tuvo que pasar por delante de aquel almacén cerrado. Al principio no ocurrió nada pero, volviendo a su apartamento, escuchó un golpe en la persiana que procedía del interior. Adam se quedó quieto escuchando, pero no hubo ningún otro sonido. Entonces cogió el móvil y, tras hacer una foto, salió corriendo. Una vez en su apartamento miró la foto y vio que era la oficina de aquel almacén. Entonces vio en un lateral lo que parecía ser la silueta de un niño con la cabeza deformada en el lateral derecho.


Definitivamente, aquello no tenía ningún sentido.


Pero, afortunadamente, llegó septiembre y Adam se fue a Japón donde pasó la mejor semana de su vida. No le sucedió nada extraño y pudo olvidarse completamente de "Dear David". El último día que iba a pasar en Japón decidió dar un paseo por la ciudad de Sapporo dirigiéndose a un parque cercano. En aquel parque había muchas esculturas interesantes, hasta que se topó con una en forma cilíndrica que tenía talladas a personas y animales.
Entonces se fijó y vio que uno de los niños en la escultura parecía mirarle fijamente; un niño que mostraba una abolladura en el lado derecho de la cabeza, igual que David.

Aquello horrorizó a Adam, pero se obligó a pensar que era una casualidad y que no debía preocuparse. Estaba convencido de que, cuando regresase a su apartamento, todo habría vuelto a la normalidad.