Adam regresó de Japón y pasó varios días
en el piso sin que nada fuera de lo normal sucediese, por lo que se sintió a
salvo. Pero parecía que aquello que le atormentaba esperaba a que el joven
bajase la guardia pues, entonces, comenzaron a pasar cosas extrañas en el apartamento.
La electricidad fallaba, algunas bombillas se fundían, a pesar de cambiarlas.
Pero lo más extraño ocurrió con su televisor. Adam había instalado unas luces
LED en la parte trasera del televisor, conectadas al aparato por puerto USB.
Ese tipo de luz sólo se enciende cuando la televisión está encendida, pero una
noche se encendía y apagaba sólo. Adam contempló aquella luz intermitente hasta
que se apagó completamente. Adam encendió la televisión, pero las luces LED no
se encendían; simplemente se habían estropeado.
Adam estaba asustado y no conseguía
dormirse, por lo que se fue a dar una vuelta a pesar de ser las cuatro de la
madrugada y no regresó al apartamento hasta que comenzó a amanecer. Una vez de
vuelta se duchó y, al salir del aseo, escuchó un ruido rasguño al otro lado de
la puerta principal. Asustado, cogió el móvil y, como hiciese anteriormente,
hizo una foto a través de la mirilla.
Lo que vio hizo que se le resbalase el móvil de la mano, pues al otro lado
vio lo que parecía ser un ojo como si alguien estuviese mirando por la mirilla
hacia el interior del apartamento. Adam no se atrevía a abrir la puerta, pero
sabía que tenía que actuar. Afortunadamente, todo volvió a la normalidad: los
gatos ya no maullaban delante de la puerta, las pesadillas no habían vuelto a
aparecer y nada extraño había vuelto a sucederle. Adam se sentía por fin en paz.
Pero una mañana, camino del trabajo, pasó
por delante del almacén abandonado como de costumbre y vio que la persiana
estaba abierta. Se asomó y vio que estaba vacío salvo por una cosa que le
inquietó.
El almacén había estado dos meses cerrado,
pero en ese momento se encontraba abierto y en su interior un coche fúnebre.
Intentó quitarle importancia y el día transcurrió con normalidad. Pero una
noche, alrededor de las 11, vio a sus gatos mirando por la ventana, y pensó que
había un ratón o algo en la cornisa, por lo que miró, pero no vio nada salvo el
tejado del edificio de oficinas de al lado. Se dirigió a la cocina para coger
un vaso de agua y miró por la ventana, pues desde aquella ventana se veía
también ese tejado. Entonces vio una silueta en aquel edifico mirándole. Adam
apagó la luz, se escondió, cogió el móvil e hizo una foto.
Aunque no se veía con total nitidez, en la
foto podía ver a una persona de baja estatura mirándole fijamente. No obstante,
decidió intentar hacer una foto más nítida.
Pero en aquella foto no aparecía nada.
Simplemente, la figura había desaparecido. Adam bajó todas las persianas y,
tras comprobar que la puerta estaba bien cerrada, se tomó varias cervezas hasta
que pudo perder el miedo e irse a dormir.
Tras algunos días sin incidentes, Adam volvió a soñar con David. En esa
ocasión, el niño estaba sentado en otra silla, pues la mecedora ya no estaba en
la habitación, mirándole fijamente. Adam volvía a estar paralizado, pero pudo
moverse lo suficiente como para tomar algunas fotos. En ese momento, David se
incorporó y avanzó despacio hacia la cama, como si le costase caminar. Se puso
delante de Adam, mirándole fijamente y comenzó a murmurar algo mientras los
ojos se le ponían en blanco. Adam no pudo entender lo que decía, pero se sentía
totalmente desprotegido. En ese momento se despertó gritando. Miró a su
alrededor y no había rastro de David. El ilustrador se levantó, se duchó y se
fue al trabajo dando un paseo. El día transcurrió sin problemas hasta que
regresó a su apartamento. Entonces miró el móvil y, al abrir la galería de imágenes,
vio una serie de fotos en las que aparecía su habitación a oscuras. Pensaba que
había soñado que hacía las fotos, pero las había hecho realmente, y lo que vio
le puso de los nervios.
Al cabo de un rato consiguió serenarse y
se obligó a alejar todo lo relacionado con "Dear David" de su cabeza.
Pero, de repente, escuchó un ruido fuerte en el techo de su apartamento.
Aquello le resultó muy confuso, pues el edificio donde vivía sólo tenía dos
pisos: el apartamento donde vivía antes, y el apartamento en el que residía en
la actualidad, así que no podía haber nadie justo encima, aunque decidió no
darle importancia pensando que había sido un golpe aislado.
Pero los días pasaron y los golpes sonaban cada vez con más frecuencia. A
veces eran arañazos, otras veces golpes, otras veces el sonido de una canica…
Una mañana, cansado de aquella situación, Adam salió al rellano y miró
detenidamente una trampilla en el techo.
Sabía que estaba ahí, pero nunca le había prestado atención. Pero se le
ocurrió en aquel momento que aquella trampilla pudiese conectar con el tejado.
Aún así era imposible llegar con una escalera normal, pues se encontraba a
bastante altura. Además, habías bastante espacio entre la trampilla y el
tejado.
Aquello le intrigó muchísimo y los sonidos no paraban. Por ello decidió que
tenía que averiguar qué había allí dentro. Sabía que, si encontraba la forma de
acceder a su interior, descubriría algo relacionado con David, aunque pasaría
algunos días fuera del apartamento, pues viajaría a su casa para celebrar con
su familia "Acción de Gracias".
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