jueves, 1 de noviembre de 2018

LA SANTA COMPAÑA


Durante las madrugadas en Galicia tiene lugar una procesión de almas en pena vestidas con túnicas negras con capucha, descalzas y portando una vela encendida. Dicho grupo de almas, que vaga formando dos hileras, recibe el nombre de Santa Compaña y sus apariciones tienen mayor incidencia en la noche de Todos los Santos (del 31 de octubre al 1 de noviembre) y la noche de San Juan (el 24 de junio), pues se dice que son las dos noches más mágicas del año.
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Las ánimas de la Santa Compaña son difuntos que pasaron a la otra vida en pecado por lo que deben vagar a modo de penitencia hasta alcanzar su redención. Dichas ánimas caminan emitiendo rezos o cánticos fúnebres tocando una campanilla predominando su aparición en encrucijadas de caminos. A su paso, los perros aúllan con desesperación mientras que los gatos huyen totalmente asustado.

Aunque esta procesión no es visible para los humanos, quienes sólo pueden sentir su presencia por el olor a cera y la repentina neblina, existe la creencia de que algunas personas tienen la capacidad de ver a la Santa Compaña, pues son personas a quienes, de niños, el sacerdote bautizó usando, por error, “óleo de los difuntos” en lugar del “santo crisma”.

La misión de la Santa Compaña es reclamar el alma de alguien que morirá pronto. Quien recibe la visita de esta fúnebre procesión morirá en el plazo de un año. No obstante, otro cometido realizado por la Santa Compaña es reprochar a los vivos graves pecados cometidos obligándoles, en penitencia, a encabezar dicha comitiva.

Encabezando dicha procesión se encuentra un vivo portando una cruz. La persona que encabeza dicha procesión de ánimas puede ser hombre o mujer, en función de si el patrón de la parroquia principal de la aldea por la que vagan es un santo o una santa. Esta persona no recuerda lo ocurrido durante aquella noche, aunque se le podrá reconocer por su extremada delgadez y palidez, palidez que irá en aumento a la vez que su salud se irá debilitando hasta enfermar. Estas personas estarán condenadas a vagar noche tras noche hasta morir al cabo de unos días o hasta que otra persona se cruce con la procesión, por lo que el desafortunado pasará a recibir la cruz y a encabezar la comitiva repitiéndose el mismo proceso. No obstante, es posible librarse de esta carga dibujando un círculo en el suelo, entrar en él con un crucifijo encima y rezar sin escuchar los cánticos de la Santa Compaña.
Tal ha sido durante siglos el temor por la aparición de la Santa Compaña y por la condena a sufrir por quienes accidentalmente se encontrasen con ella que en el Camino de Santiago se colocaron unas cruces o “cruceiros” para proteger a los peregrinos de esta procesión de ánimas.
Por ello, si tienes la mala fortuna de cruzarte con la Santa Compaña, más vale que te protejas si no quieres formar parte de dicha condena.
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