Durante
las madrugadas en Galicia tiene lugar una procesión de almas en pena vestidas
con túnicas negras con capucha, descalzas y portando una vela encendida. Dicho
grupo de almas, que vaga formando dos hileras, recibe el nombre de Santa
Compaña y sus apariciones tienen mayor incidencia en la noche de Todos los
Santos (del 31 de octubre al 1 de noviembre) y la noche de San Juan (el 24 de
junio), pues se dice que son las dos noches más mágicas del año.
Las
ánimas de la Santa Compaña son difuntos que pasaron a la otra vida en pecado
por lo que deben vagar a modo de penitencia hasta alcanzar su redención. Dichas
ánimas caminan emitiendo rezos o cánticos fúnebres tocando una campanilla
predominando su aparición en encrucijadas de caminos. A su paso, los perros
aúllan con desesperación mientras que los gatos huyen totalmente asustado.
Aunque esta procesión no es
visible para los humanos, quienes sólo pueden sentir su presencia por el olor a
cera y la repentina neblina, existe la creencia de que algunas personas tienen
la capacidad de ver a la Santa Compaña, pues son personas a quienes, de niños,
el sacerdote bautizó usando, por error, “óleo de los difuntos” en lugar del
“santo crisma”.
La misión de la Santa Compaña es
reclamar el alma de alguien que morirá pronto. Quien recibe la visita de esta
fúnebre procesión morirá en el plazo de un año. No obstante, otro cometido
realizado por la Santa Compaña es reprochar a los vivos graves pecados
cometidos obligándoles, en penitencia, a encabezar dicha comitiva.
Encabezando dicha procesión se
encuentra un vivo portando una cruz. La persona que encabeza dicha procesión de
ánimas puede ser hombre o mujer, en función de si el patrón de la parroquia
principal de la aldea por la que vagan es un santo o una santa. Esta persona no
recuerda lo ocurrido durante aquella noche, aunque se le podrá reconocer por su
extremada delgadez y palidez, palidez que irá en aumento a la vez que su salud
se irá debilitando hasta enfermar. Estas personas estarán condenadas a vagar
noche tras noche hasta morir al cabo de unos días o hasta que otra persona se
cruce con la procesión, por lo que el desafortunado pasará a recibir la cruz y
a encabezar la comitiva repitiéndose el mismo proceso. No obstante, es posible
librarse de esta carga dibujando un círculo en el suelo, entrar en él con un
crucifijo encima y rezar sin escuchar los cánticos de la Santa Compaña.
Tal ha sido durante siglos el
temor por la aparición de la Santa Compaña y por la condena a sufrir por
quienes accidentalmente se encontrasen con ella que en el Camino de Santiago se
colocaron unas cruces o “cruceiros” para proteger a los peregrinos de esta
procesión de ánimas.
Por ello, si tienes la mala
fortuna de cruzarte con la Santa Compaña, más vale que te protejas si no
quieres formar parte de dicha condena.