En Cuenca, entre la ermita de la Virgen de las Angustias y un crucifijo ubicado junto al convento de los Franciscanos Descalzos, tuvo lugar un terrorífico suceso en el siglo XVIII que hizo que todos los habitantes comenzasen a llamar a aquella cruz “La Cruz del Diablo”.
En esta época había un joven
conquense llamado Diego y que era bastante atractivo y poseía una gran labia
para seducir a jóvenes mujeres de las que se encaprichaba, prometiendo que
siempre estaría junto a ellas y que las amaría eternamente. Pero todo era un engaño
constante, pues las verdaderas intenciones de Diego era aprovecharse de ellas y
no volver a saber de ellas una vez había conseguido su objetivo.
No obstante, la historia dio
un giro drástico cambió cando llegó a la ciudad una joven bella llamada Diana.
Muchos jóvenes, entre ellos Diego, se sintieron atraídos por ella. Tras
reiterados intentos de seducir a la joven, regalándole flores, poemas o
palabras bonitas que no prosperaron, Diego se dio por vencido, ignorando que
Diana había oído hablar de él y que trataba de evitarle a toda costa.
Pero, para sorpresa de
Diego, durante la víspera del día de Todos los Santos recibió una carta de la
joven en la que le invitaba a reunirse con ella a la noche siguiente frente a
la ermita de las Angustias.
Totalmente alegre y confiado, Diego acudió a la cita sin importarle la gran tormenta que se había desatado. Al llegar a la ermita, los dos jóvenes se dejaron llevar por la pasión. Pero pronto la felicidad terminó para Diego cuando, al comenzar a desvestir a Diana, vio que su cuerpo estaba cubierto de pelo y que tenía pezuñas en lugar de pies. Al mirarla, incrédulo, a la cara pudo contemplar el rostro del mismísimo Diablo. Asustado, Diego huyó sintiendo a aquella criatura pisándole los talones. El joven llegó hasta la cruz frente al convento de los Franciscanos Descalzos y se abrazó a ella rogando que le protegiese frente a aquella monstruosidad. El Diablo propinó un zarpazo que hirió a Diego en el hombro y que dejó una profunda marca en la cruz. De repente, tras tocar aquella cruz, la bestia desapareció.
Tal fue el trauma que esta
situación creó en Diego, que el muchacho abandonó su anterior vida e ingresó en
el convento de los Franciscanos Descalzos, quizás como forma de agradecer que
aquella cruz ubicada enfrente le hubiese salvado la vida.
Hoy día sigue siendo posible ver la marca en la Cruz del Diablo.