Alcalá la Real es un municipio de la
provincia de Jaén que fue testigo de un importante caso poltergeist que fue
registrado por el Diario de Jaén el 25 de septiembre de 2008.
Este suceso tuvo lugar en el número 36 de la
calle Belén, donde vivía Encarnación, una mujer de 75 años que había
enviudado, cuyo nieto la visitaba con frecuencia, así como su hija, que sólo la
visitaba los fines de semana pues tenía una disminución psíquica.
Inicialmente, tanto la mujer como su nieto
comenzaron a notar extraños olores que relacionaban con algún problema de
tuberías, o con algún alimento que se estuviese poniendo malo. A continuación, sintieron
bruscos cambios de temperatura, aunque no les dieron mayor importancia. Después,
empezaron a escuchar leves ruidos que relacionaban con los vecinos moviendo
muebles o haciendo algún tipo de obra. Pero, lo cierto, es que los vecinos
pensaban que la culpa de los ruidos era de Encarnación, lo que produjo algunas
disputas, e incluso la intervención de la policía por las quejas antes los
inexplicables ruidos.
Pero estos sucesos, aparentemente leves e
inofensivos, comenzaron a ganar mucha más intensidad, poniendo tanto la mujer
como su nieto como fecha el 15 de agosto de 2008. Los golpes comenzaron a ganar
más intensidad y a ser más continuos y molestos. Algunos objetos de la casa se
movían o cambiaban de sitio sin que nadie los tocase, destacando la levitación
de una pesada hornilla o un vaso que salió disparado contra una pared. Pero lo
que más asustó a Encarnación fue sentir empujones y golpes en la cama estando
acostada, junto con la sensación de había alguien en el dormitorio.
En ese momento, un equipo de investigación
comenzó a actuar en el domicilio, pensando que todo era alguna broma del nieto
para asustar a su abuela. Pero, tras realizar más de treinta psicofonías, se
descubrió que realmente se trataba de un caso paranormal. En dichas psicofonías
se distinguía una voz masculina, perteneciente a Paco, el marido de
Encarnación. Pero también identificaron una segunda voz, la de Antonio, su
cuñado, que se había suicidado arrojándose por una ventana del inmueble. Y,
además, apareció una tercera voz, la de una mujer que se presentó como la
anterior inquilina de la casa y que también había fallecido, tal y como se
comprobó. Lo cierto es que las tres presencias no parecían ser conscientes de
la existencia de las otras, planteándose que estuviesen en distintos planos.
Además, tras tomar algunas fotografías, pudieron capturar orbes, e incluso un
rostro cuyos rasgos parecían coincidir con Antonio.
En el cementerio de San Eufrasio se hicieron algunas
reformas y algunas tumbas fueron movidas. Una de las tumbas afectadas fue la de
Antonio, lo cual hace pensar que este suceso hizo que el espíritu de este
hombre se manifestase en el domicilio de Encarnación.
Además, descubrieron que el nieto era la fuente
de energía de las tres almas, aunque se desconoce el motivo. Es por ello que,
conforme más veces visitase el joven a su abuela, más energía aportaba a las
apariciones, que fueron ganando potencia y actuando con mayor brusquedad.
Incluso descubrieron que los golpes únicamente se producían cuando el joven
estaba en la casa. Aunque no se sabe con exactitud, pero se cree que las obras
en el cementerio despertaron las almas de aquellas tres personas que, de una u
otra forma estaban ligadas a la casa, y que por motivos que se desconocen, usaron
al nieto como fuente para obtener energía.
Como forma de finalizar con estos sucesos, se
realizaron misas por las almas de los tres fallecidos. Esto finalizó la actividad
paranormal, que dejó huella en Encarnación, tanto por la ansiedad de vivir estos
sucesos, como por la presión mediática y social que sufrió a partir de ello.