En Valencia se construyó el Hospicio de Pobres de Nuestra Señora de la Misericordia, lugar al que muchos sintecho acudían para obtener cobijo y alimento. Hoy día, el edificio alberga la sede valenciana de la UNED.
En este lugar, los docentes y el alumnado comparten aulas y pasillos con entes del Más Allá. Y las constantes evasivas del profesorado o de los empleados de limpieza no hacen más que avivar la curiosidad y los rumores por los fenómenos paranormales que allí suceden.
Al parecer, la situación dio
un vuelco cuando en el año 2009 cuando un vigilante del centro, conocedor de
los rumores que ya existían, vivió en su propia piel una experiencia que difícilmente
podría olvidar. El hombre estaba en su puesto de trabajo cuando notó que había
perdido las llaves del coche y, por más que las buscó, estas no aparecieron por
lo que llamó a su esposa para que le acercase las de repuesto. Al parecer,
cuando la mujer llegaba a la entrada del edificio pudo ver desde una de las
ventanas del tercer piso a un niño saludando con la mano. Aquello no tenía
sentido, pues se trataba de un recinto universitario al que no acudían niños y
menos aún a aquellas horas de la noche. Este testimonio dio inicio a una cadena
de confesiones de personas que se atrevieron a contar las vivencias
inexplicables que allí habían sufrido.
Dos empleadas de la limpieza
aseguraron haber escuchado el llanto de un niño, aunque por más que buscaron no
lograron encontrar la fuente de aquel inconsolable llanto. Este testimonio
coincidía con el anterior al haber más signos de la presencia de, al menos, un
menor vagando por los pasillos del antiguo Hospicio.
Otro empleado de la
Universidad cuenta que una noche escuchó un fuerte estruendo en un aula, pero
al acudir al lugar no vio nada extraño y no pudo saber qué lo había provocado,
aunque sí sintió el ambiente bastante enrarecido.
La aparición de todos estos
rumores llevaron a investigar el pasado del edificio revelando que no sólo
había sido un Hospicio, sino también había sido un internado. Al parecer, un
niño cayó accidentalmente por una ventana, falleciendo al golpearse la cabeza
contra una barandilla de hierro. Pero este no fue el único niño fallecido, ya
que al parecer otro interno se ahogó en una piscina al meterse en ella de noche
y sin vigilancia. Otro niño también falleció al precipitarse desde el quinto
piso por hacer imprudentemente el pino en la baranda de la escalera.
Finalmente, un par de niños que se escaparon murieron al ser atropellados por
un tren cuando cruzaban las vías que estaban situadas detrás del edificio.
Tras tales trágicas muertes,
el alma de aquellos niños quedaron atrapadas, condenadas a vagar sin descanso
entre los pasillos del que fuese su orfanato.
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