Fernán Núñez es un municipio cordobés de algo menos de 10.000 habitantes en el que es posible encontrar vestigios de sus distintas épocas a lo largo de la historia.
Pero hay otro motivo por el
que Fernán Núñez ha llamado la atención de las personas interesadas o atraídas
por el ámbito paranormal y es la historia de un perro llamado Moro que llegó al
pueblo en los años 70.
Por muchos es sabido que los
animales poseen unos sentidos más desarrollados que las personas, lo que les
permite sentir alteraciones en el entorno que para nosotros son imperceptibles.
En más de una ocasión, los animales han reusado entrar en lugares con fama de
embrujados, como si su sexto sentido les alertase de que allí se encuentra algo
que no debería estar.
En el caso de Moro, su sexto
sentido parecía indicarle cuándo un vecino de Fernán Núñez iba a fallecer.
No se sabe con certeza cómo llegó Moro, un perro callejero de color negro, al pueblo. Se cuenta que unos camioneros lo abandonaron en un bar de carretera, aunque otra versión narra que el perro apareció a pies de un olivo junto al cadáver de un vagabundo, de quién se dice que fue su dueño.
Al principio los vecinos de
la localidad no le prestaron mayor atención, pues al verle veían un perro
callejero más. Pero, poco a poco, Moro comenzó a mostrar una conducta llamativa
y es que en momentos puntuales, acostumbraba a detenerse durante horas en las puertas
de las casas. Siempre que Moro lo hacía, en esa vivienda fallecía una persona.
Pero aquello no era lo más llamativo, pues el perro acompañaba al cortejo
fúnebre hasta el cementerio, como si se tratase de un asistente más en el
entierro.
Lo cierto es que Moro
dividió al pueblo. Por un lado, algunos le daban comida y le caricias
agradeciendo su compañía. Pero, por otro lado, le temían por ser el “mensajero
de la Muerte”, así que cuando le veían cerca de alguna casa le echaban,
pensando que de esa forma evitarían alguna muerte.
Durante una década el animal
estuvo realizando ese ritual, avisando de la muerte a los vecinos de Fernán
Núñez y acompañando al cuerpo hasta el cementerio. Se cuenta que llegó a acudir
a más de 600 entierros. Pero su destino llegó a un trágico final cuando en el
año 1983 un grupo de jóvenes le dio una brutal paliza a Moro. Se desconoce si
movidos por la superstición, o únicamente como parte de una pesada y
desgraciada gamberrada.
Una mujer del pueblo que le
tenía un especial cariño al perro, de nombre Carmen, escuchó los aullidos y
lamentos del animal, por lo que acudió al origen del sonido. La mujer, que se
rumorea que fue la que le puse el nombre al animal, estuvo con Moro hasta que
falleció por sus heridas.
Moro fue enterrado en un
lugar llamado “Las Huertas Perdidas”. Algo llamativo es que junto a la tumba
había un muro que se derrumbó aparentemente solo sobre la tumba del animal
forma una especie de mausoleo casual, lo que atrajo incluso más la atención de
la gente.
Años después, en 1995, como
forma de mostrar el cariño de los habitantes de Fernán Núñez por Moro, “el
perro de los entierros”, se levantó una estatua en el Parque de las Fuentes por
el escultor local Juan Polo para que Moro estuviese de forma permanente cuidando y
vigilando a los habitantes de Fernán Núñez.
Aunque temido por su instinto sobrenatural, Moro fue un perro muy querido que ahora forma parte de la historia de Fernán Núñez.