El ánima que protagoniza esta experiencia paranormal, y a quien llamaremos Susana para proteger su identidad, cuenta que este suceso tuvo lugar en un piso en el que estuvo de alquiler con su pareja, a quien llamaremos Miguel.
Tras varios años saliendo, la pareja decidió dar un paso en su relación e ir a vivir juntos. Para ello, escogieron una pequeña casa que les ofrecía todas las comodidades para hacer su convivencia lo más cómoda posible. Y así fue durante bastante tiempo hasta que comenzaron a ocurrir cosas extrañas.
Según relata Susana, una tarde en la que estaba ella sola viendo la tele en el sofá en compañía de sus dos gatas escuchó un susurro y una sombra que cruzaba el pasillo. Lo que puso a Susana en alerta no fue ni el susurro ni la sombra, sino que sus dos gatas se incorporaron y empezaron a mirar fijamente hace aquel trozo del pasillo con el lomo erguido, como si hubiese algo o alguien que no debía estar allí.
Este extraño suceso se repitió en más ocasiones, aunque no de forma muy seguida. Pero aquello puso a la pareja en alerta, llegando a realizar algunas limpiezas con vinagre y sal.
Durante un tiempo, la situación estuvo tranquila aunque más tarde Susana volvió a vivir una situación que la asustó y es que estando en el baño con la puerta cerrada pudo escuchar unos arañazos en la puerta. Al principio no le dio mayor importancia, pues pensó que se trataría de alguna de sus gatas arañando la puerta para entrar. Pero Susana supo que no era ninguna de sus gatas cuando la puerta se abrió despacio de par en par. Con el corazón en la boca, Susana volvió a cerrar la puerta, asegurando que había visto una sombra cruzar el pasillo.
Poco a poco, la actividad comenzó a ganar cierta intensidad y la presencia de la sombra, los susurros, los cambios de temperatura, las puertas que se entreabrían o la sensación de sentirse observados se hizo más frecuente, aunque nunca se mostró agresiva.
Y, aunque la mayoría de situaciones las vivía Susana, hubo una que descolocó totalmente a Miguel. Una noche se encontraba preparando la cena mientras Susana volvía de trabajar, cuando escuchó cómo la puerta de entrada se abría y cerraba, seguido de una voz que le saludaba y el maullido de una las gatas como si respondiese al saludo. Miguel devolvió el saludo pensando que ya había llegado Susana pero, cuando se asomó al pasillo, allí no había nadie excepto la gata que había maullado, que estaba en una esquina mirando fijamente algún punto en la pared. Lo más llamativo de todo, es que justo en ese momento le sonó el móvil a Miguel, y se trataba de Susana para decirle que acababa de salir del trabajo.
Tras este suceso, volvieron a realizar una limpieza con vinagre y sal.
La situación pareció calmarse y, con el tiempo, cambiaron de piso. Al entregarle las llaves a los caseros salió el tema como una simple anécdota de la que reírse. Fue entonces cuando les dijeron que durante la construcción de la casa un obrero se había caído de una escalera y no sobrevivió al golpe. Aquella información, que quizás habrían preferido no saber, dejó totalmente aterrados a Susana y Miguel.
Actualmente viven en un piso en el que todo está en una aparente tranquilidad.
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