El motivo de la extraña postura del crucificado se debe a la siguiente leyenda:
Una familia dedicada a la sastrería tenía dos hijos: Paco y Miguel. Ambos
hermanos se enamoraron de la misma mujer, de nombre Juana. Finalmente, fue el
hermano mayor el que consiguió conquistar a la joven y casarse con ella,
mientras que el hermano menor abandonó la ciudad para poder olvidarse de aquel
amor imposible.
Este joven matrimonio heredó la sastrería y
se dedicaron a ella día y noche ya que Paco no quiso contratar a ningún
aprendiz o ayudante. Un día, Paco murió, haciéndole prometer a Juana que no
volvería a casarse.
Durante el entierro apareció Miguel
intentando aprovecharse de la situación para cortejar a Juana, pero ella fiel a
su promesa le rechazó. No obstante, Miguel extendió falsos rumores de una
relación entre ellos dos comenzaron para que la gente le diese la espalda, por
lo que Juana comenzó a perder clientes teniendo que vender su propia casa para
poder sobrevivir. No obstante, al buscar las escrituras de la propiedad, estas
no aparecían, y todo apuntaba a que Miguel los había robado para que ella, al
verse desamparada, se casase con él.
Desesperada, acudió a la Basílica para rezar
ante la imagen del Cristo, de quien era devota, pidiendo entre llantos que
apareciese el documento a cambio de su vida. En ese momento, el cuerpo del
Cristo comenzó a moverse y, entre el cuerpo y la cruz, cayeron las escrituras
de la casa, pudiendo Juana seguir con su vida. Cuando Miguel se enteró de esto,
confesó todo ante un juez y huyo de Úbeda para no volver jamás.
Desde ese momento, la imagen quedó tal y como
se la conoce en la actualidad.