En Álava se encuentra la localidad de Guevara donde se alza un castillo que recibe el nombre de dicha localidad, a escasos metros del palacio fortificado de los Guevara.
El origen del nombre, tanto de la localidad como de la fortaleza, viene de la familia Guevara (condes de Oñate), una importante familia de dicha zona durante la época medieval y que se encontraba en una importante zona de tránsito, recibiendo protagonismo durante las guerras banderizas entre el linaje de los Gamboa (a quienes apoyaban los Guevara) y los Oñaz.
El castillo fue construido
en el siglo XV a imitación del castillo de Sant Angelo de Roma, aunque se cree
que se construyó sobre un antiguo castillo del siglo X. Y, aunque en su momento
fue importante, el castillo fue abandonado en el siglo XVI a merced del tiempo.
Durante la primera guerra
carlista, los partidarios de Carlos utilizaron el castillo como fortaleza hasta
que fueron derrotaros por los liberales, hasta caer posteriormente de nuevo en
manos carlistas, que como represalia incendiaron el pueblo de Guevara el 19 de
septiembre de 1838. Un año más tarde, fueron de nuevo derrotados por los
liberales que, como decisión final, optaron por usar explosivos para derruir el
castillo, por lo que hoy día sólo se pueden ver algunas ruinas del mismo.
Pero, más allá de haber sido protagonista en distintos eventos históricos, el castillo de Guevara también ha sido conocido a lo largo de los siglos por haber sido el hogar de un “duende”.
En 1672, el cartógrafo y
oficial del rey Luis XIV de Francia, Albert Jouvin de Rochefort, dejó reflejado
por escrito que en el castillo vive un duende maligno, y que es la causa de que
nadie viva en su interior a pesar de pertenecer a una familia rica de España.
Poco después, en 1679, la
escritora francesa Marie Catherine Le Jumel de Barneville anotó en su libro de
viajes que nadie se acercaba al castillo pues estaba habitado por un duende.
Atraída por la historia, la mujer entró en el castillo aunque lo único
llamativo que encontró fue que las estancias estaban completamente vacías, sin
ningún tipo de mobiliario.
Durante años, los más atrevidos han entrado en el castillo, o paseado por sus actuales ruinas. Algunos, simplemente se han deleitado con el histórico castillo pero otros, quizás afortunados, han sido testigos de extrañas voces, sombras, risas, pasos o la sensación de sentirse observado. Se desconoce cuál puede ser el origen de ese duende que a tanta gente ha atemorizado, pero lo cierto es que ha situado un importante castillo en el mapa de lo paranormal.
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