En la almeriense comarca del valle del Almanzora se encuentra, con actualmente apenas 200 habitantes, la localidad de Laroya.
Este pequeño pueblo, que puede pasar desapercibido para muchos, fue un importante foco mediático durante el verano de 1945 debido a unos extraños casos de combustión espontánea que allí se produjeron.
La combustión espontánea se
produce cuando un objeto o persona comienza a arder repentinamente sin que
exista una fuente externa de calor que se propague y que siempre ha resultado
algo muy enigmático pues es el objeto o cuerpo el propio origen del fuego
quedando todo lo que hay alrededor intacto a pesar de ese inexplicable
incendio.
En el caso de Laroya, esta
situación comenzó el 16 de junio de 1945 cuando una niña llamada María Martínez,
que vivía en un cortijo con su familia, el “Cortijo Pitango”, se encontraba
jugando cuando de repente el vestido que llevaba comenzó a arder sin motivo
alguno. Afortunadamente, algunos trabajadores de la finca vieron lo ocurrido y
rescataron a la niña evitando un accidente mayor. Pero esto sólo fue el inicio
de la pesadilla pues se empezaron a originar pequeños incendios en distintos
cortijos de la zona y casi al mismo tiempo.
La Guardia Civil investigó el caso buscando a un posible pirómano pero, tras interrogar a distintos testigos y no encontrar a ningún sospechoso, descartó la idea sin poder explicar qué ocurría. Además, durante la investigación, a un Guardia Civil comenzó a arderle la chaqueta de repente sin haber una causa lógica que lo originase. Este suceso fue recogido por distintos periódicos.
Tal impacto tuvo este enigma que varios días después, distintos especialistas en meteorología e ingeniería acudieron a Loroya para investiga el caso y dar respuesta a esos enigmáticos fuegos que los vecinos definían como “fuego inteligente”. Estos expertos fueron testigos de cómo distintos objetos e incluso algún animal ardían de forman repentina y, aunque iban realizando distintas hipótesis, como que distintos gases en el aire producían estas combustiones, no conseguían hallar la respuesta. Esto hizo que las habladurías aumentasen en el pueblo y entre los vecinos se comentaba que el Diablo vivía en el pueblo. Pero otros lo relacionaban con una venganza del moro Jamá, a quien la Inquisición mandó a la hoguera por vagabundear en la zona.
Hastiados por no ser capaces de dar una respuesta al origen de los fuegos, los expertos abandonaron la investigación, llegando alguno de ellos a decir que el fuego era de origen paranormal. Estos expertos recopilaron toda la información estudiada en un informe que se publicó en 1946 bajo el título de "Los fenómenos de Laroya".
Los vecinos se sintieron desamparados cuando aquellos especialistas abandonaban Loroya e incluso se echaban a temblar cada vez que las campanas de la iglesia anunciaban la aparición de un nuevo fuego. Además, llegaron a señalar a María Martínez, apodándola “la niña de los fuegos” pues, aparte de ser la primera persona del pueblo en sufrir esa combustión espontánea, la niña vio arder sus ropas en otras dos ocasiones más. No pudiendo soportar esa presión, la muchacha se suicidió.
Quizás sintiéndose culpable,
o quizás por volverse también el objeto de habladurías del pueblo, la hermana
mayor de María se suicidó tirándose por un barranco y su hermano José se ahorcó
dentro del cortijo. Lo más sorprendente es que tras la muerte de los tres
hermanos los fuegos dejaron de producirse creando un enigma aún mayor.
No obstante, hay quien niega estos suicidios tachándolos de habladurías para aumentar el enigma en el pueblo. Lo que sí es cierto, es que los fuegos no volvieron a producirse.
Actualmente, los vecinos de
Loroya viven tranquilos sin que se haya vuelto a producir algún caso de
combustión espontánea. Pero, sin duda alguna, los fuegos de Loroya marcaron un
antes y un después para los vecinos de aquel tranquilo pueblo que levantaron
una escultura para nunca olvidar el extraño suceso que allí se produjo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario