Este
lugar es la Cueva de Salamanca, una antigua cripta subterránea que se
encontraba detrás de la sacristía de la iglesia de San Cebrián, un templo
románico que se construyó con motivo de la repoblación de la ciudad en el siglo
XII.
Esta
cueva era la entrada a un laberinto subterráneo que recorría la ciudad y donde,
según se cuenta, brujas y seguidores del mal realizaban rituales satánicos y
practicaban magia negra.
Pero
la principal leyenda cuenta que en esa cueva impartía clases el párroco de la
iglesia, Clemente Potosí. Debido a que los alumnos nunca revelaban qué
aprendían en aquellas clases o qué actividades realizaban, los ciudadanos
comenzaron a creer que quien daba las clases era Satanás haciéndose pasar por
un sacristán. De esa forma, Satanás impartía ciencias ocultas como magia,
adivinación o astrología. Para ello, Satanás elegía a siete alumnos a los que
impartía clases durante siete años. Al terminar este periodo de tiempo uno de
ellos debía pagar por las clases que los siete alumnos habían recibido. Para
elegir a dicho alumno se realizaba un sorteo. Cuando uno de los siete
aprendices era elegido, debía pagar el coste de las clases, pero si no podía
hacerlo debía permanecer encerrado en la cueva de por vida.
Muchos
fueron los alumnos que Satanás tuvo en esta cueva, pero el más importante fue
Enrique de Aragón, marqués de Villena.
Y fue
el propio Enrique quien salió elegido en el sorteo y, al no poder pagar las
clases de los demás, fue obligado a permanecer en aquella cripta. No obstante,
el joven ideó un plan para escapar. Se escondió en el interior de una tinaja.
Cuando Satanás regresó a la cueva y se la encontró vacía, se marchó rápidamente
a buscarle pensando que había escapado, dejando la puerta abierta, ocasión que
aprovechó el marqués de Villena para escapar. Desgraciadamente, durante su
huida perdió su sombra, lo que le marcó para el resto de su vida como “seguidor
de Satanás”.
La
mala fama de Enrique de Aragón aumentó cuando decidió escribir numerosas obras
sobre las diversas disciplinas que cultivó como medicina o astronomía.
Por
ello fue acusado de nigromancia y de hechicero y sus libros y manuscritos
fueron quemados por orden del obispo de Cuenca.
Esta
leyenda cruzó el océano Atlántico extendiéndose entre los habitantes de América
del Sur, quienes comenzaron a llamar “salamancas” a las cuevas, lugares oscuros
y ocultos en los que se desarrollan prácticas de quiromancia, nigromancia, o
adivinación.
Dicha
leyenda también ha sido reflejada en diferentes obras literarias de grandes
escritores como Miguel de Cervantes o Pedro Calderón de la Barca.
La
iglesia donde se ubicaba la cueva fue derribada en 1580 quedando solo una parte
de la cueva.
A
día de hoy, para los salmantinos este sigue siendo el lugar en el que Satanás
impartió clases, por lo que se ha convertido en uno lo de los lugares
turísticos más atrayentes e intrigantes de España.