sábado, 26 de enero de 2019

EL FANTASMA DE LA ESCUSALLA

En Orense, en la aldea de Compostela se encuentra La Escusalla, una antigua casa de la que actualmente sólo se conserva su robusto esqueleto de piedra oculto por la maleza y la vegetación. Lo que antaño fue un importante edificio, actualmente es un lugar rodeado por leyendas y misterios.
La casa, que contó con dos plantas y una capilla dedicada a San José, tal y como indica la inscripción de la puerta en la que se lee “Sacellum D. Joseph”, se construyó, según los registros, en el siglo XVIII por orden de don José Martínez, abad de la localidad de Manín. Este párroco, miembro de la Inquisición, tenía un alto poder económico.
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Tras la muerte de este párroco, La Escusalla pasó de unos clérigos a otros hasta que, con la Desamortización de Mendizábal a finales del siglo XVIII, la casa cayó en manos privadas.

La Escusalla pasó de un propietario a otro. Su último habitante fue un policía portugués conocido como el Tío Roque. Según el testimonio de este hombre, en la casa se escuchaba el ruido de animales, a pesar de no tener ninguno. Además, aseguraba que en la casa habitaba el fantasma de un fraile jorobado con capucha, a quién se podía ver en las noches de luna llena en compañía de dos mujeres. Al parecer, este fraile contrataba jornaleros portugueses para realizar diferentes labores como realizar reformas en la casa o vendimiar las uvas que había en el terreno, para posteriormente matarlos, enterrando sus cadáveres, y así no pagarles el salario por su labor. Hay quien asegura que es posible ver las almas de dichos jornaleros vagando por el terreno.

Tras la muerte del Tío Roque no hubo más habitantes en la casa, a excepción de vagabundos que usaban el edificio deshabitado para refugiarse del frío o la lluvia. No obstante, según explicaron, fueron testigos de diferentes apariciones durante la noche que no fueron capaces de soportar, huyendo del lugar.

Pero no son los únicos testimonios, pues hay quien dice que es posible ver a frailes paseando por la casa y orando en las diferentes estancias.
Un vecino de la zona explicó que en una ocasión se presentó allí con varios amigos para talar algunos árboles. Al regresar a su casa se dio cuenta de que se había olvidado un hacha. Al regresar al lugar, el espíritu de un monje le reprendió por haber regresado a aquel lugar.

En otra ocasión, una vecina pasaba por la zona para llegar a una finca situada cerca. Cuando pasaba por delante de La Escusalla miró a la casa y vio, en una de las ventanas orientadas al camino, el fantasma de un fraile mirándola. Tal fue el impacto de aquella visión que la mujer llegó a su casa temblando incapaz de contar lo que le había pasado.

Tal fue la intriga por este lugar, que el programa “Cuarto Milenio” realizó un reportaje sobre el lugar a principios de 2010 contando que sintieron miedo desde el momento en el que llegaron, y pudiendo captar algunas psicofonías.

El paso del tiempo sigue escondiendo a La Escusalla tras la tupida vegetación, pero los sucesos paranormales no caerán en el olvido, al igual que el fraile jorobado seguirá apareciéndose en las noches de luna llena.

sábado, 19 de enero de 2019

EL DUENDE DE ZARAGOZA


El número 2 de la calle Gascón de Gotor, Zaragoza, fue testigo de un hecho para el que, a día de hoy, no se ha encontrado una explicación lógica. Un caso que, debido a su rareza, llamó la atención, no sólo de la prensa nacional, sino también de la internacional como “The Washington Post”.
El 23 de septiembre de 1934, alrededor de las 6:30 de la mañana mientras todos dormían se escuchó una siniestra carcajada en la escalera, risa que sonó durante varios minutos y que hizo que los vecinos saliesen de su casa a comprobar quién producía aquella escalofriante risa, sin encontrar a nadie. No obstante, al no repetirse dicho suceso, los vecinos dejaron de darle importancia a ese insólito suceso.

Pero aquello sólo sería un aviso de algo que atormentaría a la familia Grijalba, residentes en el 2º Derecha del inmueble. Un par de meses después de que se produjese aquella risa, el 20 de noviembre a las 7 de la mañana, Pascuala Alcocer, la joven de 16 años que realizaba las tareas del hogar para la familia, se levantó a las 7 de la mañana para preparar el desayuno. Pascuala cogió un gancho para remover las brasas del hornillo de la cocina.
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En ese momento una especie de voz que murmuraba algo. Pascuala se quedó paralizada durante unos segundos, pero volvió a remover las brasas. Entonces aquella voz dijo “¡Que me haces daño!” y, a continuación, una carcajada.

Pascuala salió corriendo y pidió ayuda a la vecina del 2º Izquierda. Las dos mujeres entraron en la cocina y la voz del hornillo dijo:-¡Luz, que no veo!.

Las mujeres comenzaron a gritar asustadas, despertando a la familia, que acudió a la cocina. El padre de la familia abrió el hornillo para escuchar cómo aquella siniestra voz se reía. Decidieron llamar al propietario de la casa, Antonio Palazón, que comenzó a golpear el conducto de humo del hornillo. Como respuesta, se escucharon unos quejidos y, a continuación, aquella voz que comenzó a gritar el nombre de los allí presentes.

La familia intentó ignorar aquellos sucesos, pero los rumores se habían extendido por la ciudad y la prensa local comenzó a publicar artículos sobre el duende que vivía en aquel hornillo. A modo de respuesta, una gran cantidad de curiosos se agrupaba en la calle frente a tan misterioso edificio.
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En una ocasión, un agente de policía que se mostraba escéptico a esas fantasías pensando que se trataba de histeria colectiva entró en la cocina, cogió el gancho y rasgó el hornillo. Para su asombro, una voz bastante furiosa dijo:-¡Que me haces daño!
A partir de ese momento se inició una investigación que tratase de desvelar el origen de aquel suceso, acudiendo las autoridades en diferentes ocasiones a aquella cocina y a rasgar el hornillo con el gancho.
Al no encontrar una respuesta aparentemente lógica, las autoridades decidieron llamar a un arquitecto para que buscase una explicación a aquella voz, como una sonoridad excesiva en el conducto de la chimenea que comunicase con otra habitación u otra casa. Cuando el hombre se dispuso a medir el conducto, la voz gritó “Mide 15 centímetros”. Para asombro de todos los presentes, esa era la medida que tomó el arquitecto. Tal fue el pánico que aquello produjo, que llegó la policía armada dispuesta a buscar por todo el edificio micrófonos o algún dispositivo que produjese aquella voz. Ante este hecho la voz exclamó:-¡Para qué tanta policía!

Durante la investigación que se realizó se percataron de que la única persona presente en todas las manifestaciones de aquella voz era la criada, por lo que se convirtió en la principal sospechosa de aquel caso. Una investigación médica declaró que la joven mostraba ventriloquia inconsciente de orden histérica. Por tal motivo, Pascuala regresó a su pueblo. No obstante, durante su ausencia, la voz volvió a manifestarse.

En otra ocasión, le preguntaron a la voz cuántas personas había en la casa, y la voz acertó con su respuesta. Le preguntaron si quería dinero o trabajo y la voz respondió “Nada, no soy un hombre”.

Pero, por alguna razón, la voz cada vez se manifestaba con menos frecuencia mostrándose una noche por última vez al gritar con fuerza que iba a matar a todos los habitantes de aquella maldita casa.

Aquella misma noche, en el número 11 de la calle San Agustín, el barrio vecino, se reunió un grupo de personas amantes del misterio y lo paranormal. Entre ellos se encontraba la espiritista Asunción Jiménez Álvarez, que estaba dispuesta a contactar con aquella entidad que se había adueñado del hogar de la familia Grijalba . Al poco de comenzar la sesión de espiritismo, la mujer abrió los ojos y de su boca surgió una voz grave. En ese momento, la mujer sufrió un colapso por el que falleció en ese mismo momento.

A pesar de este repentno fallecimiento, la prensa dejó de realizar publicaciones sobre el duende de Zaragoza, quizás por la tensión política previa a la Guerra Civil en la que se encontraba España en aquella época. El caso se dio por cerrado, aunque no se consiguió dar respuesta a tan inusual fenómeno. Y nunca se supo explicar si la muerte de la espiritista fue casualidad o realmente el duende había sido el responsable de tal trágico final para la mujer.

Actualmente, el edificio donde ocurrieron tales fenómenos no existe pues fue demolido construyéndose uno nuevo y más moderno. Debido a la repercusión mediática que tuvo, el actual edificio recibió el nombre de “Edificio Duende”.
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No obstante, la voz no ha vuelto a manifestarse. Quizás el duende se marchó para siempre, o quizás continúa escondido en alguna parte del nuevo edificio esperando el momento de volver a actuar.

miércoles, 9 de enero de 2019

DEEPWATER CHAPEL III

Greg se levantó y llamó al cerrajero para que le cambiasen las cerraduras de la casa, pero tardarían días en poder atenderle, por lo que se marchó de la casa pues no quería estar allí hasta tener nuevas cerraduras. Greg se fue a un pueblo a una hora de distancia, pues sentía que allí estaría seguro.

El 22 de diciembre el cerrajero contactó con Greg para ir a la casa, por lo que Greg dejó el hostal y regresó, aunque en el fondo sabía que no era una buena idea.

Al llegar al bosque una de las ruedas quedó atrapada en un hoyo y Greg no fue capaz de sacarla de allí, por lo que se bajó del coche. Le extrañó no ver ningún animal ni oír a ningún pájaro. Aquel silencio le hizo sentirse realmente incómodo pero no podía quedarse allí todo el tiempo, por lo que fue andando hasta la casa. Entonces encontró otro de aquellos símbolos con uno de sus guantes atado a él.
Más adelante encontró sus calcetines y, poco a poco, el resto de la ropa que le había desaparecido cuando la dejó secando delante de la chimenea, excepto la camiseta que llevaba aquel día. No obstante, no se atrevió a tocar nada dejando su ropa colgada por el bosque. Siguió avanzando sintiendo que se había perdido en el bosque cuando vio algo que llamó su atención.
Eran unos huevos enormes. Aquello no tenía sentido. Greg llegó a la casa y, al cabo de un rato, llegó el cerrajero. Cuando Greg vio las nuevas cerraduras y los cerrojos que el hombre había instalado, se sintió algo mejor. A continuación llamó a una grúa para que le ayudasen a sacar el coche del hoyo y, tras recuperar su coche, se quedó solo en aquella casa. Sentía que no debía estar allí, pero sentía que tampoco podía huir. Aquella mezcla de sentimientos le atormentaba. Sólo esperaba que las nuevas cerraduras evitasen que alguien volviese a entrar. Sólo quería estar tranquilo y vender aquella casa.

El 29 de diciembre Greg estaba en la cocina cuando escuchó una especie de arañazo en el exterior y, a continuación, pasos. Greg salió de la casa y vio a alguien corriendo hacia el bosque. Entonces vio en el porche algo que le le asustó.
Era otro se esos extraños símbolos, aunque en aquella ocasión era enorme y dentro estaba la sudadera que le habían robado cuando la dejó secando delante de la chimenea. Y detrás estaba escrita la frase “Teme a la luna nueva”. Aquello hizo que Greg se enfadase mucho pues estaba bastante cansado de aquella situación y de no comprender nada de lo que ocurría. Greg buscó en Internet y comprobó que la próxima luna nueva tendría lugar el 5 de Enero. Sólo podía esperar a que ese día llegase y saber qué iba a ocurrir.

El 5 de enero llegó arrastrando una tormenta. Durante todo el día y toda la noche estuvo tronando sin descanso. Greg estaba realmente nervioso y se sentía estúpido por haberse quedado allí. En ese momento decidió que, pasase lo que pasase, a la mañana siguiente se iría de allí y no volvería a aquella casa. No quería saber nada más. Lo único que le tranquilizaba era saber que las cerraduras eran nuevas y que estaría a salvo siempre y cuando no saliese de la habitación, aunque antes decidió bajar a la bodega y coger alguna botella de vino para poder pasar la noche.

Cuando llegó a la bodega se asustó, pues vio a la persona que merodeaba por el bosque parada en medio de la bodega de espaldas a él.
Greg se quedó petrificado. Entonces aquella extraña persona se giró hacia él: era una mujer, aunque bastante extraña. No tenía ojos. La mujer le dijo que no quería hacerle daño. Le explicó que había hecho todos aquellos símbolos para protegerle pues aquella era una zona peligrosa. Greg le preguntó de qué quería protegerle y ella respondió que de lo que vive en el lago. Ella le explicó que hace tiempo cayó algo del cielo, una especie de meteorito y con él venía algo, una especie de criatura con la que los habitantes intentaron comunicarse. Al principio, aquello que había caído en el lago parecía dormido, pero un día salió del agua, se adentró en el bosque y puso algunos huevos. Los huevos eclosionaron y, lo que salió de ellos, necesitaba alimentarse. Las criaturas no atacaban a los ciudadanos del pueblo pero, a cambio, cuando eclosionaban los huevos cada familia debía entregar un hijo como ofrenda. La mujer, a pesar de no tener ojos, miró fijamente a Greg y dijo:-Empiezan por los ojos.

Greg estaba petrificado, incapaz de moverse. La mujer le explicó que, cuando era niña, su padre la llevo al bosque para servir de alimento a los recién nacidos y le sacaron los ojos. No supo cómo, pero la mujer pudo escapar de las criaturas, aunque sentía un dolor insoportable, y se adentró en el bosque, que se convirtió desde entonces en su hogar.

Para Greg aquello no tenía sentido pero, al mismo tiempo, lo tenía. La mujer siguió hablando y le explicó que aquellos seres ponían los huevos durante el otoño y que se alimentaban de criaturas del bosque para recuperar fuerzas y poder volver al lago. Pero, al cabo de unas semanas, durante la oscuridad de la luna nueva los huevos eclosionaban comenzando así una especie de ceremonia.

En ese momento, a pesar de las advertencias de la mujer, Greg salió corriendo de la casa hacia el bosque, llevado por algún impulso, sin saber muy bien qué estaba haciendo. Greg notó algo que se movía con rapidez entre los árboles. Como todo estaba oscuro, activó la linterna del móvil para poder ver algo en la oscuridad. Por suerte había dejado de llover. Entonces vio algo que no supo identificar, algo con manchas de sangre.
Greg siguió corriendo durante lo que le pareció una eternidad, totalmente desorientado. Sin saber cómo, llegó al lugar donde días antes había encontrado aquellos huevos, pero lo único que quedaba de ellos eran trozos de cáscara.

Greg siguió corriendo durante lo que le pareció horas hasta que, finalmente, regresó a la casa. Cuando entró, la mujer sin ojos se había marchado. Pero, a pesar de estar de nuevo en su casa y de haber vuelto a cerrar los cerrojos, Greg no se sentía a salvo. Ya no quería saber nada de aquella casa, de aquel lago, de la herencia que le había dejado su abuelo, ni de aquella historia sin sentido que la mujer sin ojos le acababa de contar. Greg lo tenía claro: cuando amaneciese se marcharía de allí para no volver.

jueves, 3 de enero de 2019

DEEPWATER CHAPEL II

Greg pasó varios días tranquilo hasta llegar a la mañana del 7 de noviembre. Durante la noche, Greg había estado escuchando ruidos en el exterior, como si alguien se estuviese moviendo entre los árboles. Pensó que se trataría de un ciervo, pero en la situación en la que se encontraba se sobresaltaba con el menor ruido o se asustaba de cual cosa que parecía una sombra moviéndose por la pared. Mientras se intentaba tranquilizar escuchó gritos fuertes procedentes del bosque. Greg se encogió en la cama y cerró los ojos con fuerza temiendo que entrase alguien a la casa.

A la mañana siguiente, Greg se despertó y, como acostumbraba a hacer, preparó el desayuno y salió a desayunar al porche. Entonces vio a unos metros de donde él se encontraba lo que parecían ser los intestinos de algún animal. Aquello le puso mal cuerpo, pero no podía dejar esos restos tan cerca de su casa por lo que, tras coger una pala, los llevó al interior del bosque dejándolos allí con bastante asco.

Aquella mañana, Greg cogió el cuaderno que había encontrado y miró la página en la que estaban las marcas con lo que había sido escrito en las páginas arrancadas, cogió un lápiz y repasó toda la página para tratar de leer lo que habían escrito.
La frase "Ellos me quitaron los ojos" se repetía una y otra vez por toda la página. Aquello no tenía sentido, pero Greg no pudo evitar pensar en el ojo que había encontrado en el río y se preguntó si estaba relacionado. El joven hizo lo único que se le ocurrió en ese momento: llamó a su madre para preguntarle sobre la casa, pero ella le dio poca información y parecía poco interesada por ella, salvo por la bodega. Greg se sorprendió pues hasta entonces no se había percatado de la existencia de una bodega en la casa. Tras colgar el teléfono, Greg se dirigió hacia el sitio que su madre le había indicado y allí la encontró.

Había varias botellas de vino, así como tapones para botellas curiosos y objetos antiguos.
 
Todo aquello le resultó muy curioso y llamativo. Pero lo que más le llamó la atención fueron unas grandes letras de madera.
Aparentemente, las letras habían estado colgadas en alguna pared de la casa. Greg pensó que debía de tratarse del nombre que su abuelo le había dado a la casa, o quizás el nombre ya estaba puesto y su abuelo lo quitó. En cualquier caso, intentó ordenar las letras pero no llegaba a ninguna solución lógica.

Pasaron los días sin que a Greg le sucediese nada extraño hasta el 30 de noviembre. Aquella tarde,  Greg había salido a explorar el bosque cuando vio algo entre los árboles y se acercó a mirar.

Quizás sólo era casualidad, pero en línea recta desde la dirección en la que la silla estaba orientada estaba su casa.

Casi parecía que alguien había puesto allí la silla para espiarle. Se marchó de allí sólo para encontrar algo que le inquietó mucho.
No entendía que era aquello y comenzó a sentirse mal por todo lo que le estaba sucediendo por lo que volvió a la casa sintiéndose asustado. Durante el camino de regreso, pudo ver otra vez a la persona encapuchada paseando entre los árboles. Greg volvió a quedarse quieto hasta estar seguro de que esa persona había desaparecido de la zona. Cuando sintió que todo estaba tranquilo, salió corriendo hacia la casa esperando que esa persona aparecería en cualquier momento y le atacaría, aunque por suerte no fue así.

El 11 de diciembre Greg estaba mirando los libros que había en la casa y cogió uno sobre vinos, pues le interesaba aprender sobre el tema y así saber el valor que podrían tener las botellas que se encontraban en la bodega. Al pasar las páginas encontró un par de fotografías antiguas.


La primera parecía mostrar el bosque, aunque la imagen no tenía mucha nitidez.
La segunda mostraba las letras que formaban el nombre de la casa: “Deepwater Chapel”.

Greg no sabía si aquello tenía algún significado o si simplemente se trataba de un nombre. Le costaba pensar con claridad y diferenciar de lo que era casualidad de lo que no.

Al cabo de un par de días, Greg salió otra vez a pasear por el bosque. Le gustaba la naturaleza, aunque caminaba con mucha precaución atento a cualquier sonido o movimiento. Durante su paseo comenzó a llover mucho, así que regresó a la casa, se cambió, dejó la ropa secándose delante de la chimenea y se fue a dormir. Aquella noche Greg tuvo una pesadilla extraña en la que estaba en el porche de la casa con sus amigos. Uno de sus amigos decía que de noche los árboles parecían siniestros. Entonces, ese mismo amigo miraba fijamente a Greg y le decía: "¿Hay alguien aquí con nosotros que no debería estar?" Greg miraba a su amigo bastante confundido. Entonces, ese mismo amigo, decía "Hay alguien viendo cómo duermes ahora mismo”.

En ese momento Greg se despertó asustado. La habitación estaba vacía, pero Greg tenía la sensación de que realmente alguien había estado de pie observándole y que esa presencia le había perturbado el sueño. Greg se quedó inmóvil en la cama cuando, de repente, escuchó un ruido en el piso de abajo. Al principio, Greg no sabía si bajar o no pero, finalmente, lo hizo tratando de no hacer ningún ruido. Llegó al a cocina y se encontró la puerta completamente abierta.
Greg estaba convencido de haberla cerrado con llave, pero estaba abierta de par en par y el suelo de la cocina mojado por la lluvia. Recorrió la planta baja de la casa mirando si la persona que se había colado seguía allí, pero al llegar al salón lo único que vio fue que la ropa que había puesto delante de la chimenea para que se secase ya no estaba. Aquello ya no tenía gracia y Greg estaba empezando a perder la paciencia. Quiso salir a la calle, pero no lo hizo porque sabía que no era una buena idea. Tras comprobar que todas las puertas y ventanas estaban bien cerradas regresó a su dormitorio y se durmió mientras pensaba que llamaría a un cerrajero a la mañana siguiente