miércoles, 9 de enero de 2019

DEEPWATER CHAPEL III

Greg se levantó y llamó al cerrajero para que le cambiasen las cerraduras de la casa, pero tardarían días en poder atenderle, por lo que se marchó de la casa pues no quería estar allí hasta tener nuevas cerraduras. Greg se fue a un pueblo a una hora de distancia, pues sentía que allí estaría seguro.

El 22 de diciembre el cerrajero contactó con Greg para ir a la casa, por lo que Greg dejó el hostal y regresó, aunque en el fondo sabía que no era una buena idea.

Al llegar al bosque una de las ruedas quedó atrapada en un hoyo y Greg no fue capaz de sacarla de allí, por lo que se bajó del coche. Le extrañó no ver ningún animal ni oír a ningún pájaro. Aquel silencio le hizo sentirse realmente incómodo pero no podía quedarse allí todo el tiempo, por lo que fue andando hasta la casa. Entonces encontró otro de aquellos símbolos con uno de sus guantes atado a él.
Más adelante encontró sus calcetines y, poco a poco, el resto de la ropa que le había desaparecido cuando la dejó secando delante de la chimenea, excepto la camiseta que llevaba aquel día. No obstante, no se atrevió a tocar nada dejando su ropa colgada por el bosque. Siguió avanzando sintiendo que se había perdido en el bosque cuando vio algo que llamó su atención.
Eran unos huevos enormes. Aquello no tenía sentido. Greg llegó a la casa y, al cabo de un rato, llegó el cerrajero. Cuando Greg vio las nuevas cerraduras y los cerrojos que el hombre había instalado, se sintió algo mejor. A continuación llamó a una grúa para que le ayudasen a sacar el coche del hoyo y, tras recuperar su coche, se quedó solo en aquella casa. Sentía que no debía estar allí, pero sentía que tampoco podía huir. Aquella mezcla de sentimientos le atormentaba. Sólo esperaba que las nuevas cerraduras evitasen que alguien volviese a entrar. Sólo quería estar tranquilo y vender aquella casa.

El 29 de diciembre Greg estaba en la cocina cuando escuchó una especie de arañazo en el exterior y, a continuación, pasos. Greg salió de la casa y vio a alguien corriendo hacia el bosque. Entonces vio en el porche algo que le le asustó.
Era otro se esos extraños símbolos, aunque en aquella ocasión era enorme y dentro estaba la sudadera que le habían robado cuando la dejó secando delante de la chimenea. Y detrás estaba escrita la frase “Teme a la luna nueva”. Aquello hizo que Greg se enfadase mucho pues estaba bastante cansado de aquella situación y de no comprender nada de lo que ocurría. Greg buscó en Internet y comprobó que la próxima luna nueva tendría lugar el 5 de Enero. Sólo podía esperar a que ese día llegase y saber qué iba a ocurrir.

El 5 de enero llegó arrastrando una tormenta. Durante todo el día y toda la noche estuvo tronando sin descanso. Greg estaba realmente nervioso y se sentía estúpido por haberse quedado allí. En ese momento decidió que, pasase lo que pasase, a la mañana siguiente se iría de allí y no volvería a aquella casa. No quería saber nada más. Lo único que le tranquilizaba era saber que las cerraduras eran nuevas y que estaría a salvo siempre y cuando no saliese de la habitación, aunque antes decidió bajar a la bodega y coger alguna botella de vino para poder pasar la noche.

Cuando llegó a la bodega se asustó, pues vio a la persona que merodeaba por el bosque parada en medio de la bodega de espaldas a él.
Greg se quedó petrificado. Entonces aquella extraña persona se giró hacia él: era una mujer, aunque bastante extraña. No tenía ojos. La mujer le dijo que no quería hacerle daño. Le explicó que había hecho todos aquellos símbolos para protegerle pues aquella era una zona peligrosa. Greg le preguntó de qué quería protegerle y ella respondió que de lo que vive en el lago. Ella le explicó que hace tiempo cayó algo del cielo, una especie de meteorito y con él venía algo, una especie de criatura con la que los habitantes intentaron comunicarse. Al principio, aquello que había caído en el lago parecía dormido, pero un día salió del agua, se adentró en el bosque y puso algunos huevos. Los huevos eclosionaron y, lo que salió de ellos, necesitaba alimentarse. Las criaturas no atacaban a los ciudadanos del pueblo pero, a cambio, cuando eclosionaban los huevos cada familia debía entregar un hijo como ofrenda. La mujer, a pesar de no tener ojos, miró fijamente a Greg y dijo:-Empiezan por los ojos.

Greg estaba petrificado, incapaz de moverse. La mujer le explicó que, cuando era niña, su padre la llevo al bosque para servir de alimento a los recién nacidos y le sacaron los ojos. No supo cómo, pero la mujer pudo escapar de las criaturas, aunque sentía un dolor insoportable, y se adentró en el bosque, que se convirtió desde entonces en su hogar.

Para Greg aquello no tenía sentido pero, al mismo tiempo, lo tenía. La mujer siguió hablando y le explicó que aquellos seres ponían los huevos durante el otoño y que se alimentaban de criaturas del bosque para recuperar fuerzas y poder volver al lago. Pero, al cabo de unas semanas, durante la oscuridad de la luna nueva los huevos eclosionaban comenzando así una especie de ceremonia.

En ese momento, a pesar de las advertencias de la mujer, Greg salió corriendo de la casa hacia el bosque, llevado por algún impulso, sin saber muy bien qué estaba haciendo. Greg notó algo que se movía con rapidez entre los árboles. Como todo estaba oscuro, activó la linterna del móvil para poder ver algo en la oscuridad. Por suerte había dejado de llover. Entonces vio algo que no supo identificar, algo con manchas de sangre.
Greg siguió corriendo durante lo que le pareció una eternidad, totalmente desorientado. Sin saber cómo, llegó al lugar donde días antes había encontrado aquellos huevos, pero lo único que quedaba de ellos eran trozos de cáscara.

Greg siguió corriendo durante lo que le pareció horas hasta que, finalmente, regresó a la casa. Cuando entró, la mujer sin ojos se había marchado. Pero, a pesar de estar de nuevo en su casa y de haber vuelto a cerrar los cerrojos, Greg no se sentía a salvo. Ya no quería saber nada de aquella casa, de aquel lago, de la herencia que le había dejado su abuelo, ni de aquella historia sin sentido que la mujer sin ojos le acababa de contar. Greg lo tenía claro: cuando amaneciese se marcharía de allí para no volver.

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