En
Vitoria se construyó un inmenso convento de frailes franciscanos, fundado por
el propio San Francisco de Asís en el siglo XIII, de más de 7000 m2.
Con
el paso del tiempo, el uso que se daba al edificio fue cambiando: sala
capitural, sala de juntas municipales, universidad, o incluso hospital.
Finalmente, quedó abandonado hasta que en 1930 fue derribado, dando lugar a un
solar de grandes proporciones que no fue utilizado hasta 1960, cuando se
construyeron tres edificios: la comisaría de policía, los juzgados y el
edificio de Hacienda.
Que se
derrumbase el edificio iba en contra de la voluntad de Berenguela López, nieta
de Alfonso IX y prima de Alfonso X y benefactora del convento. La mujer era, al
parecer, ciega y lamentaba no poder ver la iglesia que se estaba construyendo
en el pueblo gracias a sus donaciones. Poco antes de que la mujer falleciese,
recuperó durante un instante la vista y pudo contemplar la iglesia que ansiaba
poder ver, donde pidió se enterrada. Por ello, en su testamento, la mujer
reflejó que si alguien se atrevía a derruir el edificio, una maldición caería
sobre él.
La
maldición parecía ser real pues, cuando se derribó el edificio, comenzaron a
desarrollarse extraños sucesos en la zona.
En
primer lugar, los obreros que trabajaban en la construcción del nuevo edificio
denunciaron extraños sucesos como ruidos, golpes, presencias, u herramientas
que cambiaban de lugar.
Cuando
los tres edificios estuvieron operativos, principalmente el edificio de
Hacienda, los vigilantes de seguridad comenzaron a explicar que habían visto
siluetas de monjes recorriendo los pasillos, así como bruscos descensos de la
temperatura o pasos de procedencia desconocida. Tal fue el miedo que se
extendió por los guardias de seguridad, que se eliminaron las guardias
nocturnas, sustituyéndose por vigilancia mediante cámaras y alarmas.
En una
de las cintas de seguridad de la Hacienda, se pudo ver a un niño de unos 9 años
jugando a la pelota en un pasillo para, posteriormente, desaparecer y aparecer,
a continuación en otra estancia. Lo que no grabó ninguna cámara de seguridad es
cómo aquel niño pudo entrar o salir del edificio.
Diferentes investigadores de lo
paranormal llegaron a realizar psicofonías en las que se pueden escuchar
sonidos de niños jugando, gritos, o incluso rezos.
Los
funcionarios que trabajan en la Delegación de Hacienda cuentan que algunos
objetos de sus escritorios desaparecen, para aparecer en lugares donde no es
fácil dejarlos olvidados por un despiste. Además, han oído voces o gritos que
no pertenecían a ninguno de sus compañeros. Algunos testimonios incluso relatan
cómo algunos grifos se abren solos, algunas luces se encienden o apagan solas,
los ascensores se activan sin que haya nadie dentro, o puertas cerradas con
llave aparecen completamente abiertas.
Además, algunos peatones aseguran
que, al pasar por delante del edificio, pudieron ver algunas siluetas en el
interior siendo las más llamativas la de grupos de monjes, y la de un niño con
una pelota. La gran mayoría de los testigos coincidían en la presencia de ese
niño al que terminaron apodando como Andresito.
Diferentes
periodistas de lo paranormal como Jiménez del Oso o Iker Jiménez ha investigado
los casos, no siendo capaces de esclarecer cuál es el origen de esas
presencias, aunque todo parece estar relacionado con aquella maldición que se
hizo realidad cuando el antiguo convento fue derribado.