viernes, 1 de noviembre de 2019

EXPERIENCIA PARANORMAL II

En una ocasión, estuve unos meses trabajando en un pueblo de Jaén. Encontré un anuncio de un piso y contacté con la mujer que lo alquilaba. Al principio, la mujer se mostró algo reacia a alquilarme el piso y me hizo muchas preguntas porque, según me contó, los anteriores inquilinos se habían marchado de repente sin devolverle las llaves y sin dar ningún tipo de explicación.

En el piso me encontraba a gusto, al igual que en el pueblo, sin que ocurriese ningún incidente. Entonces llegó junio, el último mes en que estaría en aquel destino. Una noche me desperté con una extraña sensación, y pude notar como si una mano huesuda me agarrase con fuerza de la cabeza. No me atrevía a moverme porque pensé que era mejor fingir que no notaba nada. Pero entonces, en medio de la oscuridad pude vislumbrar una silueta, e incluso me pareció sentir una respiración. Por suerte, no entré en pánico, me tranquilicé y conseguí volver a dormirme.

Me olvidé de aquel suceso hasta que algunos días más tarde noté cómo la temperatura de la habitación bajaba a pesar de ser una noche bastante calurosa. Entonces, comencé a notar un cosquilleo en el pelo, como si alguien me lo acariciase. A continuación, sentí que el colchón se hundía, como si alguien se hubiese sentado en la cama junto a mí para, posteriormente, notar presión en todo el cuerpo, como si alguien se hubiese tumbado encima de mí. Por suerte, la sensación duró sólo algunos segundos y me volví a dormir quitándole importancia a lo sucedido.

Una de las últimas noches que pasé en aquel piso, pues se terminaba mi contrato de trabajo, fue bastante desagradable. La puerta de mi dormitorio desde fuera sólo se puede abrir con una llave. Si la llave no está puesta, la puerta no se podía abrir. Aquella noche estaba soñando que me había dejado la llave puesta en la cerradura, pues siempre acostumbraba a meter la llave dentro del dormitorio por las noches, y que alguien podría colarse en la habitación. De repente, como si fuese la respuesta a mi sueño, la puerta se abrió completamente haciendo mucho ruido. Tal fue el susto, que di un salto en la cama. Me levanté con las pulsaciones a mil, y vi que la llave efectivamente estaba en la cerradura, por lo que la cogí, cerré la puerta y me volví a acostar pensando en la extraña coincidencia de que hubiese ocurrido lo que estaba soñando. Entonces, pude escuchar arañazos en la puerta y, a los pocos segundos, la temperatura de la habitación descendió bruscamente. Además, me pareció escuchar una especie de carraspeo junto al escritorio.

Pero la que para mí fue la peor noche fue la penúltima que pasé en aquel piso. Aquella noche, antes de acostarme, estaba viendo una película en el portátil. Mientras la veía, la bombilla de la habitación empezó a parpadear de forma extraña, pero supuse que era algo normal. Al poco, la luz se fue en toda la calle dejándome sólo con la luz que emitía la pantalla del portátil, creando un ambiente bastante extraño. Poco antes de que terminase la película la luz volvió y, cuando terminé de verla, me acosté. De repente, me desperté de madrugada escuchando un extraño sonido metálico. Estuve escuchando hasta que caí en la cuenta que el sonido eran las perchas entrechocando dentro del armario. Cogí el móvil para mirar la hora y eran exactamente las 3:33. Estuve un buen rato tumbado en la cama escuchando el sonido de las perchas chocando unas con otras. Entonces, me levanté y fui al armario a mirar qué sucedía, aunque no sé si hice bien o no, pero las perchas estaban completamente quietas y no se escuchaba ese sonido, por lo que me volví a acostar. Al rato, comencé a oírlas otra vez. Pero no fue lo peor, pues la temperatura bajó de golpe, a pesar de estar en plena ola de calor, y en la habitación apareció un fuerte olor a podrido. Deseé salir de allí y huir, pero como no sabía dónde ir, me obligué a dormir.

La última noche quedé con unos compañeros de trabajo para tomar algo en un bar y así poder despedirme de ellos. Cuando nos separamos, me dirigí al piso y, al ver mi habitación a oscuras desde la calle, me dio miedo entrar, por lo que estuve dando vueltas por el pueblo. Pero pensé que no podía pasar así toda la noche pues a la mañana siguiente tenía que conducir y tenía que descansar así que me armé de valor y subí al piso prometiéndome que si pasaba algo extraño me iría a dormir al coche sin pensarlo.

Afortunadamente, aquella noche no me pasó nada inusual y pude dormir bien. A la mañana siguiente, cuando metí todas las cosas en el coche, llamé a la dueña del piso para entregarle las llaves. En ese momento tuve la tentación de contarle lo sucedido, pero preferí no hacerlo por lo que pudiese pensar. Tras despedirme de ella, me monté en el coche y regresé a mi casa. Mientras conducía, reflexioné sobre los anteriores inquilinos y me pregunté si había algo más que una simple gamberrada en su precipitada huida. Me llegué a preguntar si habían hecho algo indebido, como una ouija, que había despertado “algo” en ese piso, o si se marcharon de esa forma porque ese “algo” que me había molestado les había acosado también a ellos. Y, mientras lo hacía, deseé no llevarme ningún ente pegado a mí. Por suerte, no fue así y todos los extraños sucesos quedaron dentro de aquel piso, aunque creo que si hubiese tenido que permanecer más tiempo en ese piso me habría terminado volviendo loco.

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