En una
ocasión, estuve unos meses trabajando en un pueblo de Jaén. Encontré un anuncio
de un piso y contacté con la mujer que lo alquilaba. Al principio, la mujer se
mostró algo reacia a alquilarme el piso y me hizo muchas preguntas porque,
según me contó, los anteriores inquilinos se habían marchado de repente sin
devolverle las llaves y sin dar ningún tipo de explicación.
En el
piso me encontraba a gusto, al igual que en el pueblo, sin que ocurriese ningún
incidente. Entonces llegó junio, el último mes en que estaría en aquel destino.
Una noche me desperté con una extraña sensación, y pude notar como si una mano
huesuda me agarrase con fuerza de la cabeza. No me atrevía a moverme porque
pensé que era mejor fingir que no notaba nada. Pero entonces, en medio de la
oscuridad pude vislumbrar una silueta, e incluso me pareció sentir una
respiración. Por suerte, no entré en pánico, me tranquilicé y conseguí volver a
dormirme.
Me
olvidé de aquel suceso hasta que algunos días más tarde noté cómo la temperatura
de la habitación bajaba a pesar de ser una noche bastante calurosa. Entonces,
comencé a notar un cosquilleo en el pelo, como si alguien me lo acariciase. A
continuación, sentí que el colchón se hundía, como si alguien se hubiese
sentado en la cama junto a mí para, posteriormente, notar presión en todo el
cuerpo, como si alguien se hubiese tumbado encima de mí. Por suerte, la
sensación duró sólo algunos segundos y me volví a dormir quitándole importancia
a lo sucedido.
Una de
las últimas noches que pasé en aquel piso, pues se terminaba mi contrato de
trabajo, fue bastante desagradable. La puerta de mi dormitorio desde fuera sólo
se puede abrir con una llave. Si la llave no está puesta, la puerta no se podía
abrir. Aquella noche estaba soñando que me había dejado la llave puesta en la
cerradura, pues siempre acostumbraba a meter la llave dentro del dormitorio por
las noches, y que alguien podría colarse en la habitación. De repente, como si
fuese la respuesta a mi sueño, la puerta se abrió completamente haciendo mucho
ruido. Tal fue el susto, que di un salto en la cama. Me levanté con las
pulsaciones a mil, y vi que la llave efectivamente estaba en la cerradura, por
lo que la cogí, cerré la puerta y me volví a acostar pensando en la extraña
coincidencia de que hubiese ocurrido lo que estaba soñando. Entonces, pude
escuchar arañazos en la puerta y, a los pocos segundos, la temperatura de la
habitación descendió bruscamente. Además, me pareció escuchar una especie de
carraspeo junto al escritorio.
Pero
la que para mí fue la peor noche fue la penúltima que pasé en aquel piso.
Aquella noche, antes de acostarme, estaba viendo una película en el portátil.
Mientras la veía, la bombilla de la habitación empezó a parpadear de forma
extraña, pero supuse que era algo normal. Al poco, la luz se fue en toda la
calle dejándome sólo con la luz que emitía la pantalla del portátil, creando un
ambiente bastante extraño. Poco antes de que terminase la película la luz
volvió y, cuando terminé de verla, me acosté. De repente, me desperté de
madrugada escuchando un extraño sonido metálico. Estuve escuchando hasta que
caí en la cuenta que el sonido eran las perchas entrechocando dentro del
armario. Cogí el móvil para mirar la hora y eran exactamente las 3:33. Estuve
un buen rato tumbado en la cama escuchando el sonido de las perchas chocando
unas con otras. Entonces, me levanté y fui al armario a mirar qué sucedía,
aunque no sé si hice bien o no, pero las perchas estaban completamente quietas
y no se escuchaba ese sonido, por lo que me volví a acostar. Al rato, comencé a
oírlas otra vez. Pero no fue lo peor, pues la temperatura bajó de golpe, a
pesar de estar en plena ola de calor, y en la habitación apareció un fuerte
olor a podrido. Deseé salir de allí y huir, pero como no sabía dónde ir, me
obligué a dormir.
La
última noche quedé con unos compañeros de trabajo para tomar algo en un bar y
así poder despedirme de ellos. Cuando nos separamos, me dirigí al piso y, al
ver mi habitación a oscuras desde la calle, me dio miedo entrar, por lo que
estuve dando vueltas por el pueblo. Pero pensé que no podía pasar así toda la
noche pues a la mañana siguiente tenía que conducir y tenía que descansar así
que me armé de valor y subí al piso prometiéndome que si pasaba algo extraño me
iría a dormir al coche sin pensarlo.
Afortunadamente,
aquella noche no me pasó nada inusual y pude dormir bien. A la mañana
siguiente, cuando metí todas las cosas en el coche, llamé a la dueña del piso
para entregarle las llaves. En ese momento tuve la tentación de contarle lo
sucedido, pero preferí no hacerlo por lo que pudiese pensar. Tras despedirme de
ella, me monté en el coche y regresé a mi casa. Mientras conducía, reflexioné
sobre los anteriores inquilinos y me pregunté si había algo más que una simple
gamberrada en su precipitada huida. Me llegué a preguntar si habían hecho algo
indebido, como una ouija, que había despertado “algo” en ese piso, o si se
marcharon de esa forma porque ese “algo” que me había molestado les había
acosado también a ellos. Y, mientras lo hacía, deseé no llevarme ningún ente
pegado a mí. Por suerte, no fue así y todos los extraños sucesos quedaron
dentro de aquel piso, aunque creo que si hubiese tenido que permanecer más
tiempo en ese piso me habría terminado volviendo loco.
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