El número 8 de la calle Luís
Marín de Vallecas fue durante 18 años la residencia familiar de Estefanía
Gutiérrez Lázaro.
La
joven despertó una gran curiosidad por el mundo paranormal, por lo que
realizó sesiones de espiritismo en diferentes ocasiones. Tal era su
conocimiento sobre el tema que cuando tenía 16 años decidió hacer una ouija con
sus amigas, pues una de ellas quería contactar con su novio, que había
fallecido recientemente en un accidente de moto.
Estefanía
y sus amigas se reunieron en los baños del instituto y comenzaron con la sesión
de ouija. Durante el "juego", el vaso se llenó de un extraño humo
negro y dentro. Pero, en mitad de la sesión de espiritismo, una profesora las
pilló. Tal fue el enfado de la maestra que, al coger de forma brusca el
tablero el vaso se rompió. En ese momento, Estefanía aspiró ese extraño humo
que momentos antes había estado dentro del vaso, aunque aquello no pareció
tener consecuencias.
Desgraciadamente,
durante los meses posteriores Estefanía comenzó a sufrir extrañas convulsiones
y a tener visiones de figuras famélicas y muy alargadas que rodeaban su cama,
llamándola e invitándola a ir con ella. Además, en ocasiones hablaba con una
voz grave que no era la suya y amenazaba a sus familiares. A partir de esos
acontecimientos, la actitud de la joven con los demás cambió, pues se había
vuelto fría y distante, por lo que recurrió a diferentes profesionales
como psiquiatras o médicos sin obtener ningún resultado, pues no se pudieron
diagnosticar enfermedades físicas o psíquicas.
El 13
de julio de 1991 la actitud de la joven cambió de forma inesperada e
inexplicable, pues se abalanzó con agresividad sobre una de sus dos hermanas
con intención de dañarla. Afortunadamente, su hermana pudo esquivar el ataque.
Tras este acto, Estefanía se desplomó en el suelo inconsciente expulsando
espuma por la boca. Finalmente, la joven recuperó la consciencia, aunque no
recordaba absolutamente nada de lo que acababa de suceder. Las horas pasaron
con normalidad, pero por la noche volvió a sufrir un ataque que hizo que cayese
inconsciente de espaldas sobre la cama. Desgraciadamente, no recuperó la
consciencia y fue ingresada en el hospital Gregorio Marañón, donde falleció a
las 2 de la madrugada del 14 de julio a la edad de 18 años. Los médicos que la
atendieron decretaron que el motivo de la muerte fue asfixia pulmonar, aunque
dicha muerte les resultó sospechosa, pues no fueron capaces de encontrar el
motivo a aquellos extraños ataques que había sufrido.
Los meses pasaron y la madre de
Estefanía montó un pequeño altar con una foto de su hija, un lugar en el que
poder ver el rostro de la joven y poder rezar.
Pero
la pesadilla sólo acababa de comenzar, pues diferentes fenómenos inexplicables
comenzaron a desarrollarse en el hogar aumentando la intensidad. Dichos
fenómenos comenzaron con objetos que se desplazaban solos, vasos que se
rompían, puertas que se abrían y cerraban, y sombras que recorrían las paredes.
Posteriormente,
podían escuchar la voz de Estefanía llamando a gritos a su madre, algo que no
era posible. Otras veces, encontraban la cama de la joven totalmente revuelta,
lo que helaba la sangre de la familia de Estefanía. Y, cuando estos
inexplicables sucesos tenían lugar, en las paredes retumbaban las crueles
carcajadas de un anciano. La madre de Estefanía estaba totalmente convencida de
que se trataba de su padre, fallecido cinco meses antes que su hija, quien
antes de morir prometió hacerles la vida imposible pues les despreciaba a
todos, especialmente a Estefanía.
La
familia decidió enharinar el suelo, sólo para encontrar las huellas del calzado
de un hombre. Colocaron hilos entre las puertas de la casa, encontrándolos
arrancados cuando regresaban a la vivienda. Una noche la mujer se encontraba en
su cama cuando notó que alguien, una presencia gélida, le tocaba las manos, por
lo que, pensando que se había colado alguien en la casa, decidieron colocar una
alarma. Dicha alarma llegó a sonar, sin que se encontrase nadie en la casa
familiar.
Pero
durante la noche el 1 de noviembre de 1992 tuvo lugar uno de los peores
sucesos, pues la fotografía que la madre de Estefanía había colocado en el
altar comenzó a arder de forma repentina, sin dañar el marco o el cristal que
la adornaban.
Los
acontecimientos siguieron desarrollándose hasta que el 27 de noviembre de 1992,
las hermanas de Estefanía, que compartían cuarto, vivieron un espeluznante
episodio de madrugada. Se despertaron al oír un lamento y, al abrir los ojos,
pudieron ver que una silueta masculina, de cara lisa y negra se arrastraba por
la habitación, mientras sus muñecas eran lanzadas contra la pared. Los padres
se despertaron al escuchar los gritos de sus hijas, por lo que acudieron para
ver lo que les sucedía, encontraron la habitación totalmente desordenada y sus
hijas encogidas en un rincón, absolutamente muertas de miedo. Ante tal
terrorífico suceso, el padre llamó desesperado a la policía, por lo que el
inspector José Negri acudió rápidamente al domicilio acompañado de cinco
agentes intrigados por el extraño aviso que habían recibido.
Además, se
intrigaron más aún al encontrar a toda la familia en el portal. Cuando les
preguntaron qué hacían todos allí, pues era una noche bastante fría, el padre
respondió que una sombra negra y alta estaba rondando la casa, por lo que los
policías se miraron extrañados y decidieron subir a la casa para comprobar qué
sucedía.
En el
momento en el que los policías acceden al comedor, las puertas de un mueble
comenzaron a abrirse y cerrarse violentamente, por lo que cuatro de los agentes
se negaron a quedarse allí y bajaron al portal. En cuanto al inspector y al
otro agente de policía, siguieron al padre a la habitación de matrimonio para
mostrarles una figura de Jesucristo que había sido arrancada del crucifijo y un
póster que tenía el arañazo de lo que parecían ser tres garras. Mientras
contemplaban asombrados la habitación, un fuerte ruido en la terraza les
alertó, por lo que corrieron hacia allí sin poder aclarar qué había originado
aquel estruendo.
Intentando
tranquilizarse, los dos policías se fijaron en la mesa donde se encontraba el
teléfono, pues pudieron apreciar una extraña mancha marrón que identificaron
como babas, aunque desconocían quién o qué las había producido.
El
inspector entró al baño, pues la familia afirmaba que era uno de los lugares
donde más sucesos ocurrían, y pudo sentir un frío como nunca antes había
sentido, un frío que le incomodaba como si hubiese alguien allí a quien él no
pudiese ver.
Dichos
sucesos fueron reflejados en el informe policial.
Tal fue la importancia del caso
Vallecas por lo extraños que resultaban tales sucesos que apareció en
diferentes medios de comunicación, algo que sigue sucediendo actualmente.
Los
días pasaron y la familia, desesperada por no saber qué hacer, vendió la casa y
se trasladó a un nuevo hogar. En ese nuevo hogar siguieron ocurriendo algunos
fenómenos paranormales. El equipo del programa “Cuarto Milenio” entrevistó al
matrimonio en su nuevo hogar. Cuando revisaron la grabación, pudieron escuchar
unas extrañas voces que lanzaban amenazas. Afortunadamente, dichos fenómenos
fueron perdiendo intensidad de forma progresiva hasta desaparecer. En cuanto a
los nuevos inquilinos del antiguo hogar de Estefanía, no han sido testigos de
extraños sucesos.
El
Caso Vallecas se cerró sin que nadie pudiese explicar qué había desatado
aquellos fenómenos o por qué se detuvieron, pero se convirtió en uno de los
sucesos que ha atraído a más investigadores del mundo paranormal y que sigue
siendo comentado por aquellas personas interesadas en el hechos sobrenaturales.
Tal fue la repercusión mediática, que en el año 2017 se realizó una película
basada en este caso llamada "Verónica".
Afortunadamente, el ente que
produjese todos aquellos sucesos parece haber abandonado nuestro mundo para,
con suerte, no volver.