En Barcelona vivió entre los siglos XIX y XX Enriqueta Martí Ripollés, quien recibiría el apodo de “La vampira del Raval”
Siendo joven, la vampira del Raval se trasladó desde Sant Feliu de Lolobregat, su ciudad natal, a Barcelona, donde comenzó a trabajar como niñera, aunque enseguida comenzó a ejercer la prostitución.
Enriqueta se casó en 1895 con un pintor, aunque el matrimonio fracasó por la costumbre de la mujer de frecuentar a gentes de mala vida y seguir ejerciendo la prostitución, además de ser una persona con un carácter impredecible.
La vampira del Raval llevaba una doble vida. Durante el día se dedicaba a mendigar y a pedir ayuda en casas de caridad, vistiendo harapos y llevando a niños a los que hacía pasar por sus hijos. Por otro lado, durante la noche vestía con ropas lujosas y se relacionaba con la alta sociedad de Barcelona. Se cree que en esta esfera de la sociedad prostituía a los niños a los que secuestraba.
En febrero de 1912 secuestró a su última víctima: Teresita Guitart Congost, a la que se buscó durante semanas sin encontrarse pistas, lo que causó indignación entre los ciudadanos que reprochaban a la policía su pasividad.
Afortunadamente, una vecina de Enriqueta vio en el domicilio de la vampira del Raval a una niña con el cabello rapado mirando desde un ventanal. Aquella vecina no había visto nunca a esa niña y le resultó sospechoso, por lo que dio a la policía aquella información.
Por ello, y por haber recibido denuncias de tenencia de gallinas en el piso, un grupo de agentes fueron a buscar a la vampira del Raval. No obstante, ella no ofreció resistencia para que los agentes entrasen en su domicilio, pensando que así no levantaría sospechas y se marcharían. Pero no fue así, y los policías encontraron a dos niñas en el piso, una de las cuales era Teresita.
El testimonio de ambas niñas fue fundamental para poder juzgar a la vampira del Raval. Teresita explicó como en un momento en el que se separó de su madre, Enriqueta se la llevó ofreciéndole caramelos. Una vez en la casa, la mujer le cortó el cabello y la amenazó para no contarle a nadie quién era, obligándola a decir que ella era su madrastra. La mal alimentaba con patatas y pan duro. Y tenía prohibido asomarse a las ventanas y los balcones. Según testificó la niña, en una ocasión ella y la otra niña se quedaron solas en la casas y, explorando en una de las “habitaciones prohibidas”, descubrieron un saco con ropa de niña y un cuchillo, ambos manchados de sangre.
En cuanto a la declaración de la otra niña, explicó que coincidió en la casa con un niño de cinco años al que Enriqueta mató en la mesa de la cocina. La niña fue testigo de la escena, aunque lo hizo a escondidas para que la vampira del Raval no la descubriese y le hiciese lo mismo. Los agentes no pudieron identificar quien era aquella niña, ni quienes eran sus padres, hasta que la vampira del Raval confesó que se la robó a su cuñada cuando acaba de nacer, haciéndole creer a su verdadera madre que había muerto al nacer.
El piso se inspeccionó una segunda vez, encontrándose el saco del que habían hablado las niñas. Pero no fue lo único alarmante que encontraron, pues en otro saco había huesos de niños, con marcas de haber estado expuestos al fuego. En otra habitación descubrieron unos cincuenta botes con restos humanos en conservación. Con estos retos preparaba diferentes ungüentos que luego vendía a gente de clase alta, pues pagaba grandes sumas de dinero por estos remedios que se decían servían para curar diferentes enfermedades como tuberculosis.
Del mismo modo, se registraron otros dos pisos en los que había residido, encontrándose en ambos restos de niños ocultos en el falso techo y en falsas paredes. En función de la ropa que se encontró, descubrieron que la mayoría de los niños secuestrados pertenecían a familias de bajos recursos, pues no disponían de medios suficientes para buscar a sus hijos desaparecidos.
Se convirtió así en la asesina en serie más mortífera del país, sin llegarse a saber con total exactitud el número de niños a los que secuestró y mató aunque, desgraciadamente, fue bastante elevado, extendiéndose así el temor y la rabia entre muchas familias.
La vampira del Raval fue encarcelada en la prisión Reina Amalia esperando a que se celebrase su juicio.
No obstante, intentó suicidarse cortándose las venas con un cuchillo de madera. Este hecho desató la indignación, pues los ciudadanos querían que la cruel mujer llegase a juicio y fuese ajusticiada en el garrote vil. Por tal motivo, hicieron que tres reclusas compartiesen celda con ella para evitar que se autolesionase o se intentase quitar la vida.
Pero el juicio no se llegó a celebrar pues un grupo de presas le propinaron una brutal paliza que acabó con su vida en la madrugada del 12 de mayo de 1913, aunque se ocultó el auténtico motivo estableciéndose como versión oficial que había muerto a raíz de una larga enfermedad.
La historia de la Vampira del Raval ha sido reflejada en diferentes medios como en uno de los capítulos de "El Ministerio del Tiempo".
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