En el
número 26 de la calle Mesones de Granada se encuentra un emblemático edificio
que fue, durante algunos años, la Diputación de esta ciudad andaluza.
No
obstante, es un edificio que ha sufrido diversas reformas y transformaciones ya
que, en sus orígenes, durante el periodo nazarí, fue una mezquita. Tras la
reconquista, la mezquita fue transformada en una ermita consagrada a San
Sebastián y a San Roque. Esta ermita estuvo activa hasta que en el año 1508 se
comenzó a construir sobre ella la parroquia de la Magdalena, que contó con un
pequeño cementerio, finalizando su construcción en 1520.
Este proyecto fue
llevado a cabo por inicitativa de una comunidad de comerciantes asturianos que
se habían asentado en esa zona de la ciudad. Además, durante el siglo XVII el
incremento de la población en esa época favoreció la ampliación y remodelación
del templo, que finalizó en 1651. Pero la mala fama se apoderó del lugar, pues
los vecinos decían que estaba maldito ya que las imágenes religiosas que
albergaba en su interior se desprendían constantemente.
En
1840 la parroquia fue cerrada y sus feligreses se trasladaron al Convento de
las Angustias, que se encontraba a escasos metros de esta parroquia. Varios
años más tarde, la calle Mesones fue ensanchada, por lo que la parroquia fue
parcialmente demolida. No obstante, la portada de la fachada se donó a la
Escuela del Ave María del Sacromonte, donde se encuentra a día de hoy. La parte
de la parroquia que se mantuvo en pie quedó integrada en un edificio que se
utilizó como almacén de telas.
Pero la tragedia sacudió los “Almacenes La
Magdalena” cuando uno de los dueños se ahorcó colgándose de una de las vigas de
la antigua iglesia. Además, los empleados de los almacenes eran incapaces de ir
solos al lugar donde guardaban los materiales pues temían que algo se les
pudiese caer encima hiriéndolos o incluso matándolos. Tras este suceso, el
rumor de la maldición que se había instalado en la antigua parroquia cobró más
fuerza y el almacén se cerró.
En el
año 1971 se demolió el edificio por completo para construir una sucursal de la
cadena norteamericana Woolworth. Pero la remodelación del edificio supuso
encontrar restos humanos tras uno de los muros originales. Según se investigó
se trataba de huesos de niñas que habían sido emparedadas. Durante el periodo
de remodelación del inmueble se desprendió una grúa que costó la vida de un
peón. Como consecuencia se suicidaron un capataz y un vigilante.
Finalmente,
el edificio comenzó a funcionar y se crearon puestos de trabajo, aunque los
nuevos empleados no imaginaban las pesadillas que vivirían allí.
Independientemente de la hora, fuese por la mañana, por la tarde, o por la noche,
los empleados comentaban alarmados que se producían extraños e inexplicables
sucesos: las escaleras mecánicas se activaban solas, algunas luces se encendían
o apagaban, las estanterías se movían, o los productos que en ellas se
depositaban se caían solos. Quizás este hecho aceleró el fracaso del almacén,
que se cerró siete años después de su apertura.
En
1985 el edificio se convirtió en la Diputación Provincial, pero los extraños
fenómenos no dejaron de suceder, pues las máquinas de escribir funcionaban
solas, los cajones de las mesas se abrían y cerraban, algunos objetos
desaparecían, y se escuchaban gritos que helaban la sangre. Estos fenómenos
hicieron que en 1986 Juan Burgos, líder del grupo Omega, realizase una
investigación en el edificio que duró tres días. Durante investigación se
contrastó que algunos objetos se desplazaban sin que nadie los moviese, en
algunas paredes se proyectaban extrañas luces, había alteraciones
electromagnéticas, pudieron sentir tirones del pelo y manos que les agarraban,
así como varias psicofonías que parecían la voz de un hombre. Pero el
descubrimiento que tuvo más repercusión tuvo lugar en la abertura del muro
donde fueron hallados los restos de las niñas. En ese lugar sintieron una
extraña presión que hizo que el medidor magnético enloqueciese. A continuación,
un humo espeso salió de dicha obertura que formó un rostro frente al muro que
les miraba. Se trataba de un hombre con sombrero de unos cuarenta y cinco años
de edad con pelo canoso, ojos pequeños y hundidos, nariz recta y labios finos.
Era un rostro triste del que se hizo un retrato robot.
Diferentes
vecinos de avanzada edad aseguraron que aquel retrato era el del Padre Benito,
quien fuese el último párroco de la iglesia, cuya orden religiosa prohibió
entregar la fortuna que heredó a los niños pobres de Granada.
Tras
conocerse los resultados de dicha investigación, que fueron publicados en 1989
por el periódico IDEAL, los trabajadores se negaron a seguir trabajando allí,
por lo que en 1993 la Diputación se trasladó a otro edificio.
Actualmente,
tras sufrir una remodelación en la que se abrieron 39 balcones llenando el
interior del inmueble de luz, el edificio acoge al Catastro. Tras esta última
remodelación los sucesos paranormales parecen haberse detenido. No obstante,
hay curiosos que visitan su interior, pues se ha establecido en el edificio una
ruta paranormal, deseosos de ser testigos de aquellos inexplicables hechos que
tanto asustaban a los diferentes empleados que trabajaron entre aquellas
paredes.
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